Desde que existe el ser humano, hay corrupción. La corrupción ha existido desde que la civilización ha existido y, por ende, desde lo antropológico y sociológico nunca se va a acabar.
Los cambios que proponen los políticos en demagogias que atraen al pueblo, no existen, pues de alguna manera ellos también se han vendido, han ofrecido cargos, deben regresar favores y la ambición se apodera en la mayoría de los casos de sus propuestas de solución.
En la historia de la civilización ha habido corrupción en las instituciones del estado, la monarquía, el deporte, las ciencias, las artes y hasta en las instituciones anticorrupción.
La guerra es y ha sido uno de los centros económicos más complejos desde lo social donde si se acaba, de alguna manera despertará otros síntomas bélicos que generan violencia y al generar violencia, de nuevo aparecerá la guerra.
Es extraño decir que en una guerra su propio sentido de invasión territorial y demostración de la legitimidad de un poder se convierte a un segundo plano si realmente se ve como una de las empresas más prolíficas en términos económicos de la humanidad.
En la historia, la guerra siempre ha estado ligada a conflictos bélicos, pero si se ve como una institución, puede llegar a ser impresionantemente lucrativa, por eso, para algunos países siempre debe existir. La marginación, la explotación, el sexismo, la represión y el racismo son conceptos que hacen parte de la guerra como tal, esto, nos lo ha enseñado el sociólogo Johan Galgtung, uno de los personajes que más a tratado temas de guerra y violencia.
Así, los botines de guerra hoy en día no se miden solo en armamento ni en territorio, sino en tecnología, en deudas externas, en capital de trabajo humano y por su puesto en dinero que poco a poco comienza a dejar de ser efectivo para transformarse en criptomonedas y NFT, o dinero digital o virtual.
En la antigua Roma, uno de los botines más importantes era el Ager Publicus, que eran las tierras que pasaban a ser parte de los romanos y que provenían de los enemigos de dicho imperio.
Hoy en día se le puede llamar expropiación o anexión a una tierra que no le pertenece al estado y que por alguna u otra razón, se le adhiere.
La diferencia en ciertos casos es que el estado se queda con tierra de sus propios conciudadanos para repartirla entre otros.
Los romanos repartían esta Ager Publicus para aliviar las deudas que tenían con senadores e inclusive con los propios pretorianos. Pedro Angel Fernández Vega, en su libro Corrvpta Roma nos cuenta que, esta repartición de tierras se hacía para poder recaudar el doble de impuestos, que de alguna manera ha sido el artífice más común del inicio de las rebeliones y que por su puesto terminan en guerras ya que en la mayoría de los casos, detrás de un cobro desequilibrado de los impuestos hay una gran variedad de conceptos de corrupción.
Así pues, la frase economía de guerra va acompañada de impuestos, de tierras, de corrupción, de expropiación y hasta de nombramiento de cargos, muy parecido a ciertos gobiernos hoy en día.
LUIS FELIPE CHÁVEZ GIRALDO
Periodista Portafolio
