Llevo más de veinte años en educación de los cuales los últimos cinco los he dedicado a la Educación para el Trabajo y Desarrollo Humano en gastronomía. Creo que la educación es una de las herramientas más poderosas para transformar las sociedades. No siempre para ir en el sentido que quisiéramos, pero de que transforma, transforma. Lo que he vivido en la Mariano Moreno en estos casi dos años de condiciones tan atípicas es que este tipo de formación es un motor concreto y potente que mueve la economía.
Las historias de personas que perdieron sus puestos de trabajo y recurrieron a la venta de empanadas, tamales, tortas, hamburguesas o cualquier tipo de alimento para salvar la economía familiar se volvieron comunes en todos los círculos sociales. Más que reactivación, esto es recursividad, resiliencia y capacidad de trabajo.
Ver estudiantes salir adelante y en algunos casos prosperar en sus negocios, ver la recuperación de nuestro volumen de matrículas que llegó a los mejores niveles en la historia de la Escuela en Colombia, son señales inequívocas de que la gastronomía es un sector que dinamizó la economía de muchos hogares y en donde varios encontraron su futuro. No desconozco que hubo muchos negocios golpeados fatalmente, en especial, con el pago de arriendos y nóminas, pero también esta la otra cara de la moneda.
Las escuelas de educación laboral que pudieron pasar la tormenta están viendo el crecimiento en sus matrículas y detectamos que los motivadores son la rapidez en conseguir herramientas laborales y por ende oportunidades de ingresos.
Es necesario el respaldo público a este tipo de educación. Las cifras de matrícula de nuestro tipo de instituciones en el 2020 cayó a la mitad a menos de 300.000 estudiantes a nivel nacional (SIET 2020). Desde el Gobierno Nacional se han tomado pasos para estructurar mejor el sistema con la creación del Marco Nacional de Cualificaciones que guiará el futuro de la educación para el trabajo. Pero está pendiente la ley que nos reglamentará y los apoyos económicos para las poblaciones juveniles. Mientras tanto, los mandatarios locales son los llamados a materializar programas de financiación para que los jóvenes puedan acceder a estas oportunidades de formación. Un buen ejemplo es el programa Ser Técnico Paga (lástima el nombre) de la Alcaldía de Cali que a pesar de lo limitado es un buen comienzo para animar a otras administraciones.
Necesitamos que la flexibilidad que las comunidades educativas supimos demostrar se transmita a los gobiernos que tienen la posibilidad de inyectar recursos al sistema en los sitios donde más rápido y sostenido tendrán resultados. El espíritu resiliente y de trabajo en equipo que siempre ha impulsado al sector de hoteles, restaurantes y cafeterías (Horeca) para continuar creciendo incluso con nuevos jugadores y en condiciones adversas, es el que necesitamos todos.
FELIPE VILLAR STEIN
Director Escuela de Gastronomía Mariano Moreno Colombia