La academia tiene fama de ser paquidérmica, conservadora y de llegar al ridículo para preservar legados y tradiciones. La fama no es gratis, pero tampoco es del todo justa. La aceleración de los procesos en las universidades ha sido vertiginosa. La presión de las nuevas tecnologías, los cambios demográficos y los grandes retos de la sociedad nos han llevado a un estado de alerta permanente. Las reglas del juego están cambiando todo el tiempo y los cuestionamientos son pan de cada día. Tenemos, que dar cuenta de la pertinencia, por la salud mental de nuestros estudiantes, por las necesidades de las industrias, al tiempo que tenemos que responder por los mismos procesos contables, administrativos y financieros que cualquier organización.
Ante la pregunta de para qué les sirve la historia en un pregrado en administración, a mis estudiantes les he prometido que lo único cierto de la clase es que lo que les estoy enseñando probablemente va a ser obsoleto en unos años. Se los digo para tomarles del pelo, pero también con el absoluto convencimiento de que así es.
Pero también, lo digo convencida de que los datos de la clase son lo menos importante y que quedo contenta con que en el caso específico de mi clase, aprendan a dar cuenta del tiempo como una variable, de pensar en procesos y de identificar problemas. Tengo claro que las competencias son lo más importante, por encima de la información.
Esa es parte de la conversación sobre la educación que está sobre la mesa. Y estamos conversando más sobre educación no porque esté de moda, sino porque ante tanta incertidumbre, es normal ir a dónde están los cimientos. Precisamente porque no estamos seguros de qué va a pasar, nos preguntamos si le estamos dando los jóvenes las herramientas que necesitan para ser exitosos en un futuro que no sabemos qué cara va a tener.
Ahora, no hay consenso sobre cuáles son esas herramientas que deben tener los jóvenes. Algunos piden competencias específicas, técnicas y que respondan a las necesidades de ya. Otros piden competencias que tienen que ver con el ser: liderazgo, trabajo en equipo y pertinencia y capacidad de comunicaciones, entre otros.
El debate pareciera actual debido a los retos que significa la Inteligencia artificial generativa y los cambios que estamos viviendo, pero que en otros momentos de la historia hemos tenido la misma discusión con diferentes apellidos.
En esencia, la educación tiene que servir para darles a las personas capacidad para desarrollar una vida plena, ser productivos, tener propósito y contribuir a la sociedad, cuatro pedazos de un mismo rompecabezas que no se puede desarticular.
Y en ese orden de ideas, las universidades tenemos que saber que más que conservadores del pasado, somos guardianes del futuro y en ese orden de ideas, tenemos que seguir yendo tan rápido como sea necesario.
CRISTIAN VÉLEZ VALENCIA
Decana Escuela de Administración, Universidad Eafit.