La principal ciudad del país debe enfrentar una difícil decisión en los próximos días. Definir, a través de la elección del Alcalde Mayor, los destinos del más grande centro económico y político del país. Es innegable la urgencia de dar un giro a la deficiente administración que ha sumido a la capital en un estado de lamentable involución durante la última década. Corrupción, ineficiencia e ineptitud, son algunos de los males que han permeado las últimas administraciones distritales.
Existen problemas de fondo. Uno de ellos relacionado con los mecanismos dados por la ley para la administración pública de las ciudades en Colombia. La gestión política y la gerencia pública son conceptos que, aunque relacionados, no son equivalentes. La mera existencia de un programa de gobierno no implica su ejecución de manera eficiente y efectiva. Es válido que a través del ejercicio democrático se elija un determinado programa de gobierno. En últimas, este es un problema de elección social que constituye un mecanismo legítimo de democracia. No obstante, el cómo ejecutar un plan de gobierno no tiene que ver con elección social, sin con con técnica y método. Tiene que ver con ciencia.
En las ciudades de Estados Unidos existe la figura del City Manager, o gerente de la ciudad. Se conoce en algunos casos como el CEO (Chief Executive Officer), y tiene la responsabilidad de traducir los planes de gobierno formulados por el alcalde, en realidades y hechos concretos. El CEO reporta directamente al Concejo y es responsable de ejecutar las operaciones de servicio público de la metrópoli.
Esta figura implica aislar los grandes ideales de política pública del cómo. El cómo responde a una naturaleza diferente de la política, el cómo es un asunto técnico y concierne a las ciencias administrativas su ejecución. En Colombia no existe una estructura organizacional que vincule ambos conceptos adecuadamente; la política y la gerencia pública.
De forma contraria, en Bogotá las decisiones técnicas han sido tomadas por funcionarios cuya experiencia y habilidades, en muchos casos, no se compadecen con las complejas necesidades de la ciudad. Los candidatos que aspiran a la Alcaldía de Bogotá deben contar con un plan para fortalecer sus propuestas desde un punto de vista técnico. Estos deben ofrecer al público un plan detallado de gobierno, que esté disponible para la opinión pública y que revele los mecanismos específicos de ejecución y puesta en marcha. Aún más, el próximo alcalde deberá dejar al escrutinio público el perfil de los gerentes que tendrán la tarea de convertir los planes de gobierno en realidades.
En la actual contienda electoral, los debates públicos se encuentran cargados de respuestas planificadas, generales y carentes de evidencia. Este formato es insuficiente para justificar la selección de un programa de gobierno, y, por el contrario, permite alimentar falsas ilusiones y proyectos que probablemente nunca se harán realidad. Es tiempo de exigir más técnica y arte a una urbe que merece los mejores esfuerzos de todos.
Andrés Jola Sánchez
Instructor asociado, Kelley School of Business, Indiana University