Los colombianos hemos decidido no echarle tierra a los sueños, sino hacer que de la tierra brote un mejor destino. Y nuestro destino es un país en paz. Ese el norte que le trazó a Colombia el presidente Juan Manuel Santos para superar, por la vía del diálogo, el conflicto armado interno que ha cobrado la vida de cientos de miles de compatriotas, y dejado más de seis millones de víctimas, la mayoría mujeres, niños y niñas provenientes del país rural. Campesinos a los que la violencia atropelló y enterró sus aspiraciones.
El Gobierno Nacional ha convertido el tema agrario en un asunto estratégico en la construcción del nuevo país que todos anhelamos. Superar el atraso en ese sector es vital para alcanzar la reconciliación. No en vano es el primer punto de la agenda acordada en La Habana. Independientemente de que se firmen los anhelados acuerdos, Colombia avanza en el fortalecimiento de la democracia y la garantía de los derechos, para que nunca más nadie tenga excusas para cambiar el azadón por un fusil y los arados por los campos de batalla.
Las palabras claves del nuevo país que está emergiendo, bajo el liderazgo del presidente Santos, son prosperidad, educación y paz. Y en donde más sentido adquieren es en la política de desarrollo rural integral, mediante la cual Colombia está pagando la deuda social contraída con los más débiles. Para ello, hoy el país cuenta con un Ministerio de Agricultura más moderno, robustecido, eficiente y cercano a la gente, que ha ido eliminando la maleza que le impedía cumplir sus objetivos.
El Ministerio de Agricultura tiene hoy una importancia nunca dada por otra administración. Esta se expresa con hechos. En especial, por el lugar que ocupa en la asignación del presupuesto nacional, el más alto jamás otorgado al sector. Una cifra lo dice todo: en los últimos cinco años se han invertido más de $13,7 billones en el área rural. El Gobierno entiende que a menor pobreza, mayores oportunidades de vivir en paz. Del 2010 a la fecha, hemos logrado que 4,4 millones de colombianos superen la pobreza y 2,5 la pobreza extrema. Gracias a nuestras políticas, este Gobierno ha reducido la marginalidad en el campo en 8,3 por ciento, y la pobreza extrema en 7 por ciento.
Así entendemos, desde el Ministerio de Agricultura, el posconflicto. Un país en el donde se silencien los fusiles y se escuche la alegría, no el llanto, de nuestros campesinos; en el cual no haya víctimas ni victimarios; en el que se acabe la incertidumbre y se garantice la inversión de los empresarios. Donde el campesino sea motivo de orgullo para todos, especialmente para el Estado, que garantiza seguridad, acceso a tierras, créditos, capacitación, vivienda, salud, educación. Un país en el que se reduzca la brecha entre lo urbano y lo rural.
Sin paz no habrá cosecha, sin cosechas no habrá paz. En estos últimos cinco años hemos sembrado justicia social, equidad y prosperidad. Con énfasis, precisamente, en las regiones más afectadas por la violencia. Nuestro compromiso es con la construcción de una paz estable y duradera, y para ello reducimos la problemáticas de tierras, causa histórica de inequidad, exclusión y pobreza.
Y, por supuesto, nuestro compromiso es con el diálogo, la concertación y el consenso para solucionar las dificultades. A todos los actores sociales les estamos cumpliendo lo pactado.
La paz no cede espacio. Avanza en las regiones la construcción del posconflicto. Con los alcaldes, gobernadores, gremios y organizaciones sociales trabajamos de la mano para asegurar la pertinencia de la inversión. Juntos estamos sembrando paz; juntos recogeremos la cosecha. Un nuevo país está floreciendo, sin idealismos ni carreta, con los pies en la tierra.
Aurelio Iragorri
Ministro de Agricultura