A lo largo de las pasadas 3.623 ediciones de este diario he tenido la fortuna de escribir con plena libertad y autonomía sobre los temas de mi elección. Hoy ha llegado el momento de despedirme de los lectores de Portafolio, dando por terminada una etapa apasionante en mi carrera profesional.
No hace mucho alguien me preguntó sobre cuál fue el cambio más importante en Colombia durante estos doce años y tres meses en los cuales ocupé la dirección del periódico. Creo que lo más destacable es la transformación social. Por primera vez en nuestra historia la clase media supera en tamaño a la población en condición de pobreza.
Puede sonar sorprendente, pero el colombiano promedio de hoy es más sano, educado y próspero que nunca antes. Eso se constata en el día a día de los centros urbanos, en donde habita el 80 por ciento de nuestra gente. Hay una ebullición que viene acompañada de aquello que ciertos analistas describen como “dolores de crecimiento”.
No hay duda de que, a pesar de los avances, nos falta un trecho enorme para lograr construir una sociedad más justa. Aparte de que somos uno de los lugares con peor distribución del ingreso en el mundo, existe una inmensa disparidad regional que predetermina el destino, dependiendo de dónde se nace.
Tampoco hemos logrado eliminar lacras como la corrupción y la violencia. La ilusión del proceso de paz se estrelló con la dura realidad de disidencias, bandas criminales y asesinato de líderes sociales. Los sondeos muestran que más de dos terceras partes de los ciudadanos consideran que las cosas en el país van por mal camino, aunque a título personal calificamos bien nuestra calidad de vida.
La mejora observada en diferentes indicadores está directamente relacionada con un manejo profesional de la economía. Es cierto que la bonanza de precios de los bienes primarios que exportamos tuvo mucho que ver con el auge que terminó en el 2015, pero también lo es que hay una buena capacidad técnica, cultivada a lo largo de décadas.
Que habríamos podido hacer las cosas mejor o que ciertas decisiones no fueron las ideales, es verdad. Aun así, al mirar hacia el futuro es obligatorio preservar la solidez institucional que comienza con la autonomía del Banco de la República y el manejo serio de los asuntos fiscales.
Dicha advertencia es válida a la luz del peligro que representa el populismo, impulsado por ambos extremos del espectro ideológico. Las soluciones fáciles no existen en la economía.
Para que sigamos avanzando, el establecimiento necesita entender que hay que corregir el rumbo. Colombia debe ser una nación más incluyente y solidaria. De lo contrario nos arriesgamos a volver al pasado o a dar un salto al vacío en el campo político.
A pesar de las urgencias que nos agobian, de los peligros que nos acechan y de nuestras fallas estructurales, soy optimista con respecto a lo que viene. Lo digo al haber observado la resiliencia, la creatividad y la capacidad de los colombianos, en todos los ámbitos. Por esa razón, aspiro a registrar en mis textos futuros que el progreso sigue.
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No puedo concluir estas líneas sin reconocer la labor del extraordinario equipo humano que hace de Portafolio el diario de economía y negocios de mayor circulación e influencia en Colombia. Para los que están hoy, como para los que trabajaron en esta casa, va mi admiración y agradecimiento por tanta lealtad, dedicación y compromiso.
Decir adiós no es fácil cuando hay un gran cariño de por medio, pero me congratula saber que el periódico queda en buenas manos. Entendemos que nos debemos a nuestros lectores, sin los cuales no tendríamos razón para existir. Haber contado con su confianza, y en más de una ocasión con su comprensión, es un privilegio que atesoraré siempre.