Cerré mi anterior columna diciendo que debemos construir sobre argumentos y no sobre la cultura del miedo. Quiero aprovechar las reacciones a esta frase para esta columna. No estoy diciendo que la gente no deba sentir miedo. Es fundamental reconocer los sentimientos y darles la importancia que tienen. La función biológica del miedo es proteger, poner en estado de alerta y activar distintas áreas del cerebro para poder reaccionar rápidamente. Diferentes estudios demuestran que las áreas que más se activan ante el miedo son aquellas dónde no hay raciocinio sino reacción. Es decir, no hay argumentos lógicos, ni pensamiento crítico, ni memoria. Lo que hay es instinto, sentimiento puro. Esta es la razón por la que el miedo no es un buen consejero de decisiones.
Las discusiones racionales son las que se sustentan en hechos, datos, razonamientos lógicos y estos son los que deben motivar las decisiones. En los cortos 10 meses que llevamos conociendo al nuevo cohabitante del planeta, ese virus innombrable, hemos recaudado inmensa cantidad de información en tiempo récord y ha quedado demostrada la enorme capacidad que tenemos en la actualidad para construir nuevo conocimiento (enfoquémonos en lo positivo). Hay consenso en torno a que 1) este bicho mata a muy pocos, 2) se ensaña especialmente en poblaciones mayores y aún más en mayores con algún tipo de afección inflamatoria, y 3) tiene una tasa de complicaciones que logra colapsar los sistemas de salud. También hay consenso y cada vez más evidencia de que la vida debe continuar y debemos encontrar el camino de regreso a la actividad.
Como Escuela de Gastronomía, quienes somos parte de la comunidad de la Mariano Moreno estamos en una posición de privilegio ya que estamos viviendo la “nueva realidad” desde hace más de un mes. Ya tenemos la experiencia de salir a la calle por lo menos una vez por semana, realizar una actividad cotidiana, compartir con otras personas y regresar a casa. En este tiempo que llevamos abiertos, hemos normalizado el vivir con tapabocas, caretas, desinfectándonos las manos con mucha frecuencia, llenando encuestas diarias, recibiendo información todas las semanas para recordarnos cómo debemos cuidarnos, que nos tomen la temperatura a la entrada y de manera aleatoria durante la jornada. Ya sabemos cómo vive una comunidad educativa las situaciones de potenciales o reales contagiados, quiénes quieren o no asistir, cuáles son las preocupaciones de estudiantes, docentes y familiares. Esta experiencia nos ha quitado el miedo a muchos y a otro tanto les ha permitido atravesar el miedo y a pesar de él continuar con la vida. La mayoría de los estudiantes (más del 70%) estuvieron dispuestos a regresar. Los docentes y administrativos hemos aprendido a construir el ambiente más seguro posible y hacer parte de nuestra rutina formativa el concepto de la bioseguridad y las autoridades nos han acompañado.
En mi experiencia lo que resuelve el sentimiento de miedo es el conocimiento y la acción. No se trata de no tener miedo sino de poder razonarlo, tomar buenas e informadas decisiones y actuar consecuentemente.
Felipe Villar Stein
Director Instituto Mariano Moreno
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