El Banco de la República detuvo las alzas en las tasas de interés en su pasada reunión de agosto, argumentando, principalmente, que ante la incertidumbre sobre la economía mundial lo más prudente era suspender el apretón monetario.
Sería ingenuo desconocer los argumentos en favor del congelamiento de tasas.
En primer lugar, la deflación de agosto sorprendió positivamente a los mercados, que esperaban un aumento en los precios de la canasta familiar.
De otra parte, persisten presiones de revaluación en la economía colombiana, lo que desfavorece posturas monetarias contractivas.
Finalmente, existen conceptos técnicos como los del DNP, que sugieren que las metas de crecimiento son compatibles con tasas de interés no superiores a las actuales.
Sin embargo, también hay sólidos argumentos que favorecen la retoma de la senda alcista en los tipos de interés. El primero de ellos es el comportamiento excesivamente expansivo de la cartera de crédito.
Los colombianos seguimos endeudándonos cada vez más, y si el Banco Central no dificulta las condiciones de crédito, la morosidad y los eventuales descalabros en las finanzas personales son cuestión de tiempo.
La cartera crece al 24% anual, con un crédito de consumo y un microcrédito expandiéndose al 25% y al 60% anual respectivamente. Las experiencias nacionales e internacionales enseñan que las burbujas crediticias no controladas son bruscamente desinfladas y tienen un impacto nefasto sobre la economía.
En segundo lugar, el congelamiento de las tasas mantiene artificialmente recalentada la economía colombiana en un periodo precrisis, lo cual es una práctica poco recomendable.
De materializarse una nueva crisis mundial, el Banco de la República induciría un ciclo económico mucho más intenso, incrementando la volatilidad de las variables del sector real y reduciendo espacio para una política monetaria expansiva posteriormente.
Finalmente, tampoco es del todo cierto que –tras el dato de agosto– la tarea inflacionaria esté culminada. En efecto, si bien la inflación en los últimos doce meses se encuentra dentro del rango meta del Banco Central, resulta 24 puntos básicos superior al semirango, que hace las veces de meta puntual.
En mi opinión, la tasa de interés de 4,5% continúa siendo expansiva. La neutralidad monetaria no es compatible con tasas de crecimiento de la cartera crediticia como las que experimenta la economía colombiana. Las tasas de interés que no aceleran artificialmente el PIB se encuentran en niveles cercanos al 5 por ciento, que son los que el Emisor debe perseguir de aquí a finales de año.
Al subir las tasas, el país moderaría sus tasas de crecimiento y recuperaría holgura monetaria para hacer frente a una eventual crisis.
Un buen Banco Central no es aquel que da gusto al Poder Ejecutivo y toma decisiones populares, sino el que protege el poder adquisitivo y regula la intensidad de los ciclos. Esto implica, en Colombia, recuperar la senda alcista en la tasa repo.