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Juan Carlos Bayona

Palabras

Juan Carlos Bayona
POR:
Juan Carlos Bayona

Escuché hace poco al señor Ministro de Defensa referirse con las palabras ‘ratas’ y ‘culebras’ a los guerrilleros; dijo que otros les decían de ese modo, pero no él. Tampoco mostró desacuerdo con los calificativos, utilizó la clásica paráfrasis para decir lo que dijo: que los guerrilleros son ‘ratas’ y ‘culebras’. No rechazó en ningún momento los sustantivos con poder de adjetivos, como sería lo esperable de un hombre de su posición.

A mí me duele que a esos muchachos y esas muchachas metidos en esta guerra absurda, en su mayoría a culatazos o por falta de algo mejor que hacer o no tener qué comer, o por una equivocada decisión de la cual ya no les es tan fácil salir, los llamen de esa manera. No contribuye a la templanza de los espíritus que, en el marco de un proceso de paz tan inaplazable como difícil, sea el propio Ministro de Defensa el que atice el fuego de los odios con esas palabras, que la especie humana se pueda comportar de esa manera, cosa que venimos haciendo desde hace siglos; a pesar de todo, esto no significa que seamos así y ese sea nuestro ser.

Cada vez que me arriesgo a hablar de política empiezo por decir que la respeto y valoro, y que intento estimular a mis estudiantes a que se politicen, lo que no necesariamente significa que se afilien a un partido político. Si no les interesa la política, ella lo hará por ellos; somos seres políticos por naturaleza, y es justamente por la abyección que rodea a la política, por la guarida de pícaros en la que han convertido al otrora noble oficio de la Grecia de Pericles, que hay que meterse en ella y decirles a las nuevas generaciones que vale la pena formarse para el servicio público, la dirección de las naciones, no para ser presidente ni salvar a nadie, pues un buen líder debe saber en qué momento prescindir de su liderazgo, si es que se llama líder.

La política no tiene que ver con el ejercicio del Congreso solamente, pero a eso se ha equiparado. Sacar del parlamento el ejercicio de la política, y llevarla a la calle, sería un buen comienzo, dado que esta tiene que ver con las relaciones que los habitantes de un espacio determinado en un tiempo específico quieren establecer entre sí y con el mundo, con lo que quieren ser, a lo que aspiran y de lo que se alejan. Con solo ser un buen vecino, ya soy un buen político.

No obstante, para eso hay que prepararse desde la infancia, desde el primer día de la escuela, estudiando historia, ciencias, arte, geografía, literatura y filosofía, sobre todo esta última, así como participando en las decisiones que afectan mi vida y la de los otros. Es decir, entender la política, antes que como profesión o vocación, como un destino, una de las esencias de lo humano, para que los oficios y los ‘roedores’ no sean los epítetos que señalen a quienes por una u otra razón quedaron fuera de ella.

Juan Carlos Bayona Vargas

Rector Colegio Cafam

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