Los candidatos a la Alcaldía Mayor de Bogotá, Gustavo Petro y Aurelio Suárez (Progresistas y Polo Democrático Alternativo respectivamente), han declarado que de ser elegidos no continuarán con el programa de colegios en concesión que lleva doce años en la ciudad.
Por su parte, Enrique Peñalosa, del Partido Verde, quien impulsó y lideró el modelo cuando era alcalde, lo defiende. Hasta donde entiendo, los otros candidatos comparten, no sé con qué matices, la misma defensa.
Era 1999.
El entonces alcalde Peñalosa le propuso a los colegios privados del norte de la ciudad asumir la dirección administrativa, curricular y pedagógica de un ambicioso proyecto escolar público en la periferia de la ciudad.
Logró construir y entregar en concesión 25 de los 53 colegios que concebía el proyecto. Colegios que en nada deberían envidiar a los que los concesionarían. Así fue. Cerca de un 10% del total de la oferta. Hoy no llega al 5%, es decir, unos 25.000 estudiantes se educan bajo el sistema. La idea era reproducir modelos exitosos del sector privado en el sector público.
Éxito es un sustantivo complejo y por tanto polisémico, pero en gracia de la discusión, tal vez lo más interesante del proyecto consistió en que los dos sectores se concebían en un escenario común y se miraban como asociados de objetivos comunes.
Que los candidatos Petro y Suárez quieran terminar con el sistema de concesiones es comprensible. A pesar de que fuimos pioneros en el sistema siempre aseveramos que este no se podía convertir en una política. En consecuencia, que el Estado quiera recuperar lo que debe estar bajo su cuidado y responsabilidad no sólo es plausible, sino deseable.
En ese sentido me adhiero a la iniciativa, al menos en lo que tiene de ideal. Dicho lo anterior, es, sin embargo, muy importante ver lo que ha pasado con objetividad y matizar, llegado el caso, la razonable declaración.
En primer lugar, para nosotros como colegio concesionario, el bien que nos ha hecho la comunidad del Gimnasio Distrital Sabio Caldas es inmenso.
El mundo es desde entonces para nosotros más ancho y menos ajeno, y para ellos también. Hay un norte en el sur y un sur que tiene su propio norte. Son muchos los peajes odiosos que flanquean nuestras ciudades y que es necesario echar por tierra. Muchos los reflejos condicionados de lado y lado. Aunque válido, sería lamentable que a los colegios que llevamos más de una década cambiando los imaginarios de nuestros jóvenes se nos dejara sin esa posibilidad, mucho más si se tiene en cuenta el simbólico porcentaje que manejamos.
De otra parte, creo que el Estado necesita que lo ayuden y para eso requiere dejarse ayudar. Es incuestionable que en apenas dos lustros, académica y profesionalmente miles de jóvenes han construido un futuro mejor con el sistema. Y en tercer lugar, el modelo, a la luz de los resultados ha demostrado que es un dinero púbico bien invertido.
Y si no que lo digan los organismos de control. Pensémoslo, candidatos, pensémoslo un poco más.