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Luis García Echeverría

Salarios y empleo merecen mejor suerte

Parece inútil seguir subsidiando a las empresas para generar puestos de trabajo para los jóvenes, co

Luis García Echeverría
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Luis García Echeverría

Debate necesario y oportuno es el que se desata con la inusual revisión presidencial del incremento en el salario mínimo: el argumento del Gobierno está orientado a enviar un mensaje de equidad, y el contraargumento de los empresarios a no desmejorar la competitividad y desde luego, sus utilidades.

Salarios y empleo, dos variables ligadas y cruciales para el bienestar de la población, que conviene mirar conjuntamente. Es importante salir del cortoplacismo y focalizar más el debate en el desempleo de “largo plazo”, que en perspectiva histórica podría ser en Colombia de un 11%, como la tasa alrededor de la cual gravitan sus variaciones cíclicas desde 1976 -publicación de las primeras cifras oficiales de desempleo-. Este nivel es superior, por ejemplo, al de las economías comparables de América Latina.

Una de las causas estructurales que podría explicar el desempleo “permanente” es la rigidez en el mercado laboral, consecuencia del salario mínimo definido por decreto, superior al que arrojarían las fuerzas del mercado. El argumento que se deriva es que a mayor salario mínimo, mayor desempleo. Puede haber márgenes adicionales de incremento salarial, sin detrimento de la competitividad y del empleo, cuando hay ganancias en la productividad y, en algunos países, cuando mejoran los términos de intercambio de los productos de exportación. Hasta ahí va la teoría convencional. ¿Qué dicen los datos? Una perspectiva muy ilustrativa es comparar los índices del salario mínimo real y del ingreso per cápita que refleja las ganancias en productividad.

Según cálculos propios con base en cifras oficiales, de 1950 a 1984 los dos índices evolucionaron de manera convergente. A partir de entonces, el salario mínimo ha participado poco de los incrementos en productividad. Peor aún, se redujo durante 15 años y sólo en el año 2002 vuelve al nivel de 1986, mientras el PIB per cápita en ese mismo lapso crece cerca de un 30%. En el 2009, el índice de ingreso per cápita real se ubicaba 50% por encima del índice de salario mínimo real.

¿Qué pasó con la tasa de desempleo de largo plazo durante estos 15 años de amplio margen? El nivel “permanente” de desempleo podría ser ahora un poco mayor.

Este debería ser el escándalo y no la intervención presidencial para mantener el poder adquisitivo de los salarios más bajos. Es esta alta tasa de “largo plazo” y la inequidad salarial las que exigen nuevas políticas, fundamentadas en un esfuerzo técnico serio, inédito en este tema, que no se vislumbran. Ojalá se incluyan como temas bandera de las políticas de prosperidad democrática.

Frente a estos hechos, parecería inútil seguir subsidiando a las empresas para generar más puestos de trabajo para los jóvenes, como lo establece la llamada “Ley del Primer Empleo”, en lugar de orientarla a sacar a los jóvenes del mercado laboral y ponerlos a estudiar, como establece la Constitución.

Qué bueno que los recursos de esta ley se usen, por ejemplo, para sacar del mercado laboral a los menores de 18 años y subsidiarles, a los de menores recursos, la beca completa del bachillerato y, más allá, la de la carrera técnica o universitaria. Así los jóvenes se prepararán para asumir empleos de mayor productividad y remuneración, y con ello podrán construir un mejor futuro para ellos y el país. También se reduciría, en medida quizás importante, la tasa de desempleo de largo plazo.

En síntesis, el problema muy serio del desempleo “permanente” en Colombia y la definición del salario mínimo requieren de un mayor esfuerzo técnico, político y ético, que las patéticas “negociaciones” salariales de cada fin de año y que la improvisada “Ley de Primer Empleo”.

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