El comercio con Venezuela ha entrado en una caída que probablemente no se recupere en el resto del año.
O de pronto sí, si hay voluntad política de ambas partes en hacer negocios.
Pero como vamos, vamos mal.
Mientras esto sucede, las cifras de producción y de exportación de la industria colombiana siguen de capa caída. Y en Venezuela la escasez de divisas, de alimentos y de materias primas para la industria persiste.
Consideraciones ideológicas del Gobierno de Venezuela llevan a que este país le compre los taxis a la Argentina, los pollos a Brasil, la carne a Nicaragua, a que constituya un fondo de 1000 millones de dólares para que las pymes venezolanas exporten al Mercosur, o a que Venezuela pague con petróleo las importaciones que hace de Uruguay y Argentina.
A Colombia no se le dan estas facilidades, cuando el nuestro es de lejos el país que más le compra productos industriales a Venezuela, diez veces más que Argentina o tres veces más que las compras brasileras.
Si de verdad Venezuela quiere reactivar su industria y su producción debe facilitar el comercio con Colombia.
Colombia puede solucionar en tiempo récord el problema del desabastecimiento, con exportaciones reales de alimentos, a precios competitivos.
Colombia también puede abastecer de insumos a la industria venezolana y, si se dan las condiciones, puede hacer inversiones productivas en Venezuela.
De igual manera, si Colombia quiere reactivar su industria debe recuperar el mercado venezolano.
Por mucho que en nuestro país se predique que se han diversificado mercados, vender productos industriales a otros destinos no es fácil.
Si el Gobierno de Venezuela con su discrecionalidad decidiera volver a abastecerse en Colombia, resolvería sus problemas y apoyaría al mismo tiempo la reactivación de la industria colombiana.
Y ni se hable de la frontera. En las manos de los dos gobiernos está promover soluciones productivas con empleo legal para una región con altísima informalidad y agobiada por las bandas criminales.
Por todas esas oportunidades perdidas en los dos países, existe la obligación de entenderse, de construir opciones para mejorar nuestra relación.
Ello sólo puede traerle prosperidad a nuestros pueblos.
Una relación bien cuidada, respetuosa de las diferencias y sin epítetos, debe ser la regla de oro entre los dos países.
Sólo la voluntad política de los dos presidentes podrá mover el engranaje de la complementariedad y de la inversión cruzada entre los dos países y aliviar de esta manera tantos problemas críticos de las dos economías.
Pero hay que querer hacerlo, aquí y allá.
Esperamos que el futuro próximo no nos depare un distanciamiento entre los dos países cualquiera que sea el resultado electoral. Ya todos conocimos los altísimos costos que sufren los pueblos con las posiciones de confrontación.
Magdalena Pardo
Presidenta ejecutiva Cámara Colombo Venezolana