Mucho se habla de inclusión financiera, aunque este es un concepto que la mayoría no conoce en profundidad. Este no se limita a ser un mecanismo idóneo para brindarle oportunidades a la población en situación de pobreza, sino que es una manera eficiente de impulsar el crecimiento económico de forma más incluyente, sostenible y justa.
El impacto de la exclusión financiera sobre los individuos y sus economías locales es extenso, implica no poder participar completamente en la economía local o mundial, carecer de identidad financiera, así como no recibir dinero de forma segura y fácil de familiares o de sus propios gobiernos. Normalmente, estas personas no cuentan con acceso a préstamos, y, a menudo, no pueden acceder a mercados eficientes para comprar y vender sus bienes.
Colombia es un país con un reto muy grande por delante para incluir a los marginados al sistema financiero. Es un hecho que los individuos de bajos recursos ganan, ahorran y realizan pagos al igual que el resto de los ciudadanos, el problema radica en que no tienen las herramientas para optimizar esos pocos recursos, y si las tienen, no confían en ellas. Estos ciudadanos necesitan productos financieros que respondan a sus necesidades y que tengan las bases y el conocimiento necesario para administrarlos responsablemente, pues estos les aseguran una mejora en su calidad de vida y la de sus familias.
Desde las instituciones financieras y el Gobierno, desarrollamos todo tipo de iniciativas para expandir la infraestructura necesaria para promover la inclusión, lo que incluye la existencia de soluciones de pago hasta los puntos de aceptación de los pagos. Sin embargo, hay elementos que no podemos dejar de lado y que son fundamentales para que se dé una inclusión real y efectiva en las poblaciones necesitadas. De nada nos sirve la infraestructura y el acceso a las soluciones si las poblaciones no confían en ellas, o si su experiencia no ha sido la mejor.
Las personas necesitan saber que su plata se encuentra a salvo, asequible y seguro. Esto no cambia, así el dinero se encuentre en la forma de un billete, una tarjeta o en una cuenta bancaria.
Otro factor es fomentar la confianza que el consumidor y el comerciante deben tener en la tecnología, que es finalmente la que respalda la infraestructura y las soluciones de pago. Además, otro determinante, es la experiencia de los usuarios, por lo que es clave garantizar que las soluciones de pago sean amables, eficientes y efectivas para ellos.
LA EDUCACIÓN FINANCIERA ES FUNDAMENTAL
Es un conocimiento esencial que implica adquirir herramientas para entender los conceptos y productos relacionados con las finanzas, que permiten desarrollar las habilidades para tomar decisiones informadas, evaluar riesgos e identificar oportunidades financieras.
La falta de educación financiera trae consigo graves consecuencias para las personas como el sobreendeudamiento, ineficiencia en el manejo de las finanzas personales, ausencia de ahorro e inversiones erradas. Esto es relevante, en la medida que una persona que no tenga conocimientos básicos de educación financiera, pero que sí acceda a un servicio bancario, corre un riesgo grande de tener una mala experiencia y no le saque provecho. Ello conlleva a que muchas personas elijan la exclusión, antes que la inclusión, así tenga acceso a las herramientas y los servicios del sistema financiero. Por eso, más allá de garantizar el servicio a estos, uno de los primeros retos que se debe abordar en nuestro país es desmitificar la idea de que los conceptos financieros son aburridos y únicamente hacen parte del ámbito de los especialistas. La primera tarea es, entonces, incluir conceptos económicos y financieros básicos en los pénsum de los sistemas educativos tradicionales.
Muchas veces nuestros esfuerzos desde el sector se limitan a asegurar y brindar las herramientas para desarrollar la infraestructura y las soluciones de pago, pero esto no asegura que los bancarizados o los que cuentan con soluciones de pago novedosas las utilicen, dado que en Colombia todavía existe desconfianza y desconocimiento sobre su seguridad y sus ventajas. También hay una brecha muy grande de desconocimiento sobre su uso, y su manejo, por lo que es esencial que las acciones se acompañen con iniciativas pedagógicas.
Es clave que nos preguntemos cuáles son esos vacíos y desconocimiento para darles a los ciudadanos la educación y la confianza necesaria para alcanzar una inclusión real.
Más que infraestructura, hay que construir confianza
La inclusión financiera no se limita a ser un mecanismo idóneo para brindarle oportunidades a la población en situación de pobreza.
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