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Marta Lucía Ramírez De Rincon

La inseguridad no es la causa

Marta Lucía Ramírez De Rincon
POR:
Marta Lucía Ramírez De Rincon

 

Aunque por definición los indicadores cuantitativos y los rankings que de ellos se desprenden brindan una información limitada sobre el aspecto particular al que se refieren, en muchas ocasiones se constituyen en el único referente a la hora de establecer criterios de comparación y tomar decisiones en el campo económico.

Hecha esta salvedad, es importante analizar el último Reporte Mundial de Competitividad realizado por el Foro Económico Mundial (2011-2012), donde se examinan las instituciones, políticas y demás determinantes del nivel de productividad para 142 países.

Para ello se construye el índice global de competitividad, que permite organizar los países de acuerdo a la puntuación obtenida en las categorías de evaluación.

Este año Colombia se ubicó en el lugar 68. Los aspectos positivos se centraron en el entorno macroeconómico estable (inflación, deuda y déficit), mejoras en la cobertura educativa y beneficios derivados del tamaño e impulso del mercado interno.

No obstante, los problemas en la seguridad, la asignación ineficiente de recursos, la regulación a la competencia, la deficiencia de la infraestructura, la limitada innovación y pobres habilidades tecnológicas, siguen restando un grado importante de competitividad al país.

Vale la pena mirar en perspectiva la situación de Colombia en materia de competitividad, sin perder de vista el gran avance dentro del ranking de países como México, Perú, Bolivia, Panamá, Ecuador, Argentina y Uruguay. México es el país de Latinoamérica que experimentó la mejora más significativa, lo que contrasta con su difícil situación en materia de violencia e inseguridad, que se ha intensificado en los últimos dos años.

La mejora mexicana tira al suelo la justificación de varios de nuestros funcionarios y analistas sobre nuestros indicadores mediocres de competitividad, a pesar de esfuerzos como la creación del Consejo Privado de Competitividad y las Comisiones Nacionales y Regionales.

Grosso modo, se puede deducir del caso mexicano que a pesar de la importancia que tiene la seguridad y la fortaleza institucional para defender los derechos de propiedad y brindar las condiciones propicias para aumentar la productividad y el desempeño de la actividad económica, hay otros factores como la rápida adopción tecnológica y la constitución de grandes cadenas de valor, que se pueden afianzar para impulsar la competencia y contrarrestar los efectos ambiguos que trae la violencia.

Ya es hora de que en Colombia dejemos de utilizar la violencia como excusa para explicar el pobre desempeño en cuanto a competitividad se refiere. Aunque trabajar por la seguridad nacional es un aspecto de vital importancia, debemos superar su uso como una justificación y centrarnos en el desarrollo, como se hizo en 1998, de un Plan Estratégico por la Competitividad Nacional, para mejorar en todos aquellos indicadores determinantes sobre los cuales se debe actuar de forma inmediata, como lo es el fomento a la innovación y al desarrollo de capacidades productivas sostenibles que sean la base de las mejoras constantes de productividad, crecimiento, desarrollo de cadenas de valor y progreso nacional.

Asimismo, el Plan deberá establecer las metas de mediano y largo plazo, cuyos objetivos serán alcanzables en la medida en que comencemos de inmediato con un plan de acción que se evalúe con los indicadores adecuados.

La competitividad nacional cuenta con suficientes instituciones públicas y privadas, ahora necesitamos de planes interinstitucionales y de acciones concretas, la inseguridad debe dejar de ser la excusa y mirarnos en el espejo de México.

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