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Gobierno

12 mar 2018 - 12:02 p. m.

¿Por qué no habría cambios sustanciales en el modelo económico de Colombia luego de las elecciones?

Sin un partido mayoritario en el legislativo, será casi imposible para el próximo presidente pasar una reforma económica significativa con un Congreso no cooperante. (Este análisis fue escrito antes de las elecciones de primera vuelta). 

Elecciones legislativas 2018

Mesas de votación en el recinto de Corferias durante las elecciones del 11 de marzo de 2018.

Mesas de votación en el recinto de Corferias durante las elecciones del 11 de marzo de 2018.

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12 mar 2018 - 12:02 p. m.

Mientras Colombia se preparaba para las elecciones parlamentarias del pasado domingo, los inversionistas extranjeros y los empresarios están preocupados por los resultados de las últimas encuestas presidenciales, que muestran al candidato izquierdista Gustavo Petro punteando.

Lea: (Reacción positiva del mercado a los resultados electorales).

Esto sigue a una consternación global que no es exclusiva de Colombia: que los candidatos populistas que alguna vez se consideraron radicales están ganando cada vez más apoyo, lo que contribuye a una mayor incertidumbre política y económica.

Lea: (Colombianos eligieron Congreso de derecha).

Si bien es cierto que existe una sensación de polarización política en el país, los inversionistas no deben alarmarse por lo que sucede. Aunque la polarización política y un aumento notable del populismo son significativos, no habrá cambios sustanciales en el modelo económico de Colombia luego de las elecciones del 2018.

Lea: (La agenda económica que le espera al nuevo Congreso).

Aunque el ciclo electoral de este año probablemente sea el más tenso e incierto en décadas, es poco probable que algún partido obtenga una mayoría absoluta en los escaños de congreso, lo que muy probablemente impediría cambios bruscos. Las elecciones al Congreso fueron entonces la primera prueba de las elecciones presidenciales.

La última encuesta del 1 de marzo sugiere un empate virtual entre Petro and Iván Duque. Cada uno con 22% de la intención de voto. Luego de ellos están Sergio Fajardo con 11% y Germán Vargas Lleras con 8%.

Petro, antiguo militante en el M-19 y alcalde de Bogotá, puntea las encuestas. No es ajeno a la controversia y su candidatura, en tercera persona, promueve una asamblea nacional constituyente, una lucha frontal contra la corrupción, un incremento sustancial de los impuestos a las corporaciones y los individuos.

Ha sugerido también que el estado debe jugar un papel más protagónico en la economía como lo hizo con Aguas Bogotá – insinuando la temida nacionalización -. Algo quizás más alarmante para los votantes es que Petro ha defendido e incluso expresado admiración por la fallida Revolución Bolivariana, liderada por el presidente venezolano Hugo Chávez. La terrible situación política y económica en la que se encuentra el vecino país ha sido objeto de crítica internacional y será dispendioso para Petro desligar su candidatura de lo que allá ocurre.

POCO PROBABLE QUE PETRO SEA PRESIDENTE

Aunque Petro produce titulares llamativos y ostenta una posición privilegiada en las encuestas, es poco probable que gane la presidencia. En agosto de 2017 Gallup reveló que solo el 36% de los colombianos tiene una imagen positiva de Petro. La terrible reputación que Venezuela y su presidente Nicolás Maduro tienen en Colombia, combinada a la cercanía del candidato con su ideología hace que la presidencia de Petro sea un escenario de pesadilla para muchos votantes. El temor de que Colombia se convierta en Venezuela es una afirmación frecuente entre varios grupos políticos, y ya ha echado raíces entre la población mayoritariamente conservadora.

Segundo, el sistema electoral colombiano contiene una segunda vuelta electoral. Es altamente improbable que Petro gane la mayoría de votos (50% más uno de los votos) en la primera vuelta de las elecciones presidenciales del 27 de mayo y, por lo tanto, en un escenario de segunda vuelta tendrá que enfrentarse con otro candidato –en donde dominarán las alianzas-.

Petro ha sido partidario de alianzas con muchos y en todas las ocasiones su coqueteo con otros candidatos ha sido rechazado. Es poco probable que Petro logre unir distintas corrientes electorales en torno a una candidatura, teniendo en cuenta sus ideas de izquierda y cercanía con el nacionalismo económico. Es más probable que una opción centrista logre reunir distintas fuerzas políticas y ganen en segunda ronda.

Finalmente, está la historia. Después de cinco décadas de guerra con un grupo guerrillero marxista-estalinista, Colombia y sus votantes probablemente no darán un vuelco radical y votarán por un candidato cuya ideología pueda ser tachada de guerrillera. Petro ciertamente no es un terrorista, como algunos de sus contradictores afirman. Pero es probable que la oposición continúe tildándolo como uno solo para que los votantes acudan a las urnas y voten con emoción, una estrategia que resultó bastante efectiva en la votación del plebiscito sobre el acuerdo de paz.

INDEPENDIENTE DEL RESULTADO, LA POLÍTICA ECONÓMICA SERÁ CONSTANTE

Es más probable que un candidato de centro-izquierda o centro-derecha gane y existen numerosas razones ideológicas, institucionales y legales que sugieren que el actual modelo económico de Colombia no cambiará.

El próximo presidente se dedicará a continuar la implementación o a deshacer por completo el acuerdo de paz, y su atención durante los próximos dos años se centrará en obtener las victorias legislativas y legales necesarias para lograr el cumplimiento de esa agenda. No será tarea fácil surtir los obstáculos legislativos y judiciales para lograrlo – demostrando nuevamente que el presidente no será omnipotente-. A pesar de la retórica populista y las frecuentes denuncias de corrupción en su contra, las élites políticas en Colombia tradicionalmente han respetado las divisiones de poder mediante la aceptación de fallos judiciales y votos del Congreso. El próximo Presidente no podrá eludir la autoridad del Congreso y su agenda económica será una segunda prioridad a lograr luego de una ambiciosa agenda política.

Será casi imposible para el próximo presidente pasar una reforma económica significativa con un congreso no cooperante. Esta puede incluir cambios sustantivos en la regla fiscal (una ley que rige la capacidad de endeudamiento del gobierno y asegura la sostenibilidad fiscal a largo plazo), la autonomía del banco central, una redistribución tributaria significativa y cambios drásticos en la asignación del gasto fiscal. Las elecciones tanto para el Senado como para la Cámara de Representantes programadas para el 11 de marzo y las encuestas no sugerían una tendencia electoral clara, y como Control Risks lo preveía,  ningún partido obtuvo mayorías suficientes para aprobar sin ayuda dichas reformas sustanciales.

Un congreso dividido, además, obstaculizará que cualquier administración introduzca cambios importantes que afecten a los intereses sectoriales, en particular una reglamentación del modelo extractivo como minería o fracking, las regulaciones ambientales o las leyes laborales. Es probable que el nuevo presidente se vea obligado a hacer concesiones en su agenda económica para dar vía libre a sus prioridades políticas.

Finalmente, Colombia se mantendrá estructuralmente ligada a su modelo económico actual debido a las presiones nacionales e internacionales. En el ámbito doméstico, la política monetaria seguirá estando en manos del Banco Central, que es probable que continúe siendo administrado por una junta de economistas técnicos que continuará con la ortodoxia económica actual del Banco. Los miembros de la junta del Banco tienen límites de mandato, pero el calendario de sus nombramientos garantiza una superposición entre las administraciones presidenciales.

Compromisos internacionales del país, como acuerdos comerciales bilaterales y multilaterales suscritos con países como Estados Unidos, la Unión Europea, Canadá y la Alianza del Pacífico (Colombia, Chile, México y Perú), así como su pertenencia al Organización Mundial de Comercio (OMC), hacen poco probable que en los próximos cuatro años Colombia pueda desenchufarse de esta estructura internacional. Desentrañar al país de sus acuerdos económicos internacionales no es tarea de una sola administración.

Además, el objetivo de Colombia de obtener membresía y cumplir con las recomendaciones de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (Ocde) probablemente sea un objetivo del próximo presidente (con la notable excepción de Petro) y, por lo tanto, tendrá un impacto estabilizador sobre la política económica.
Aquellos que analizan el país saben que cualquier cosa puede pasar, sin embargo los inversionistas no deben centrarse en la polarización política y el populismo de carácter electoral. Es muy poco probable que los marcos ideológicos, institucionales y legales profundamente enraizados del país cambien durante el próximo período presidencial. La estabilidad económica a mediano y largo plazo de Colombia no es motivo de alarma.

Por: Sergio Guzmán, analista principal para Colombia y Carlos Giménez, colaborador del equipo de investigación en Control Risks, una consultoría especializada de riesgos.

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