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Internacional

25 ago 2017 - 7:17 p. m.

Los líderes empresariales pueden llenar el vacío de liderazgo de Trump

En el periodo de posguerra, los jefes corporativos lograron que las agendas políticas y sociales progresaran normalmente.

Trump ve el eclipse sin lentes especiales

Varios grandes empresarios le retiraron el apoyo a Trump por su respuesta al caso de Charlottesville en las últimas semanas. 

AFP

POR:
Portafolio
25 ago 2017 - 7:17 p. m.

¿Estamos entrando en una nueva era de directores ejecutivos estadistas? Es una pregunta que vale la pena hacerse, después de la disolución de los dos principales consejos de negocios del presidente Donald Trump la semana pasada.

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Muchos de los líderes que participaron abrigan sentimientos contradictorios acerca de colaborar con el presidente Trump, pero lo hicieron porque esperaban impulsar una agenda favorable a los negocios, que incluyera reformas educativas y tributarias, así como importantes proyectos de infraestructura, además de mantener buenas relaciones con la Casa Blanca, históricamente en flujo neto positivo para las perspectivas empresariales.

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Lo que ha quedado claro en los últimos días es que estar cerca de este presidente ‘favorable a los negocios’ no es necesariamente bueno para las empresas.

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Los precios de las acciones se han visto afectados por el caos de la Casa Blanca y algunos dirigentes corporativos han enfrentado críticas de su propio personal por involucrarse con el Gobierno y no haber protestado antes. Algunos están pidiéndole al sector privado que tome la batuta del liderazgo estadounidense.

“Este es un momento de la historia de nuestro país en el que cada líder empresarial necesita demostrar la valentía moral para defender los valores de esta nación”, afirma Howard Schultz, director de Starbucks que, según algunos, podría ser un posible candidato presidencial para el año 2020.

Él no estuvo en ninguno de los consejos empresariales, pero celebró una reunión con toda la compañía, la semana pasada, para abordar “los miedos, ansiedades y preocupaciones” sobre el manejo del caso Charlottesville por parte de Trump.

Y no está solo. Jamie Dimon, director de JPMorgan, fue uno de los muchos ejecutivos que enviaron una enérgica nota a empleados; criticó el manejo del Presidente de la “maldad” perpetrada en Charlottesville, señalando que “las políticas regulatorias y económicas constructivas” eran insuficientes para encaminar al país, dadas la “divisiones. Es el papel del líder, en una empresa o el Gobierno, unir a los ciudadanos, no separarlos”.

Arne Sorensen, de Marriott –que ha lanzado un incisivo anuncio enfatizando la ‘regla de oro’ en los últimos días– aseguró que un papel más político para los directores ejecutivos de hoy es “inevitable e indispensable”. Añadió que: “Se puede decir que no debería existir, o tratar de ocultarse, pero ninguno de esos dos enfoques funciona. Hay una gran ansiedad entre nuestros clientes y comunidad en todo el mundo. Quieren escuchar una voz acogedora y positiva”.

Esto significa que quieren oír hablar de lo mejor de los valores estadounidenses. Ese es un papel que las empresas solían desempeñar. En los años cincuenta, sesenta y setenta, conforme las empresas estadounidenses exportaban el capitalismo global, se esperaba que exportaran las ideas de democracia liberal e inclusión.

Los líderes empresariales impulsaron cosas como la Ley de Empleo de 1946 y el Plan Marshall, a las que muchos estadounidenses en su momento se opusieron.

Sin ser demasiado románticos –su primera prioridad era ciertamente ganar dinero– pero los mejores líderes no solamente eran considerados grandes empresarios, sino grandes estadounidenses; individuos que podían influir de una manera positiva en los programas políticos y sociales, así como los económicos.

Los directores ejecutivos en las últimas décadas se han alejado de ese papel. Los años noventa fueron definidos en gran parte por los egoístas dirigentes corporativos con estatus de celebridades. A raíz de la crisis financiera del 2008, muchos consideraron que la apuesta más segura era mantener un perfil bajo y los precios de las acciones elevados.

El hecho de que la globalización económica se haya adelantado tanto a la política significa que, en muchos sentidos, los jefes de hoy son menos embajadores de los ‘valores estadounidenses’ que líderes transnacionales que tienen que adaptarse a la forma de capitalismo que encuentren en el terreno: desde el estilo laissez-faire (dejen hacer, dejen pasar) angloamericano y la marca europea más regulada, hasta los modelos estatales de muchos mercados emergentes.

Pero en cada uno de los ambientes hay un papel para los líderes que piensan en algo más que los precios de las acciones. De hecho, una encuesta del 2012 de la consultoría estadounidense FTI reveló que, por un margen de tres a uno, los inversionistas institucionales quieren que los líderes empresariales hablen sobre una amplia variedad de temas.

Como dijo Marc Benioff, director de Salesforce: “Los CEO tienen que ser responsables de algo más que su propia rentabilidad. Se debe servir a un grupo más amplio de partes interesadas (desde empleados hasta el medio ambiente) y cuando los políticos no aciertan, los líderes corporativos tienen que actuar. Eso es un gran cambio”.

Un factor que está marcando una diferencia. Benioff, por ejemplo, recientemente encabezó una iniciativa para cambiar una ley discriminatoria en contra de la comunidad LGBTI que había sido propuesta en Indiana.

“Llamé a Mike Pence, –entonces gobernador de Indiana–, le recordé que éramos el mayor empleador allí y le hice saber que no podíamos discriminar a nuestra fuerza laboral”. La ley fue modificada, al igual que otras propuestas similares en otros estados gracias a las llamadas de directores ejecutivos.

Asimismo, la comunidad empresarial está avanzando, con o sin la Casa Blanca, en cuestiones como el cambio climático y la inmigración. En una época en la que las 2.000 compañías más ricas tienen más dinero (y posiblemente poder) que dos tercios de los países, es fundamental que sus acciones equilibren la escasez de liderazgo moral y económico procedente de esta Casa Blanca.

Rana Foroohar
Columnista del Financial Times.

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