Cuando se habla de establecimientos icónicos que han logrado calar en la memoria de los capitalinos, uno que no puede quedar por fuera de la lista es Whopper King.
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La historia de esta famosa hamburguesería colombiana se remonta a 1972 de la mano de los primos Fabio Ramírez y Jaime Mejía. Ambos decidieron apostarle a este negocio, influenciados por la experiencia que uno de ellos había tenido en Estados Unidos trabajando como cajero de un local de comida rápida.
La primera sede abrió sus puertas en la Calle 82 con Carrera 15, al norte de la ciudad de Bogotá. Y posteriormente, en 2006, se le dio paso a un nuevo formato que combinaba dos restaurantes en uno con la apertura de un local en el Centro Comercial Santa Fe.
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A finales de los años 90, la marca se vio envuelta en un pleito legal por un asunto de derechos de autor. La pelea jurídica la libró contra la cadena de establecimientos de comida rápida Burger King, quien le interpuso una demanda por utilizar el nombre de su hamburguesa más conocida: la 'Whooper'.
En una entrevista con W Radio, Rodrigo Liévano, nieto del empresario Jaime Mejía, habló acerca de este enfrentamiento y cómo el restaurante colombiano terminó llevándose el triunfo.
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Para entrar en contexto, la firma estadounidense ya había hecho presencia en el mercado colombiano en los años 80. No obstante, el problema se presentó casi una década después, cuando Burger King decidió volver a incursionar en el tema de las franquicias y señaló que al tener nombres similares se podría generar una confusión en los consumidores.
Al final el lío se resolvió porque el alegato tenía un carácter extemporáneo, puesto que Whooper King contaba con los derechos por tiempo para hacer uso de ese nombre.
“Burger King existió en Colombia en los años 80 y estuvo, de hecho, enfrente del local de Whopper King en Unicentro (…) estaban frente a frente y nunca dijeron nada. El problema después vino en los años 90, cuando Burger King quiso entrar con sus franquicias, pero nosotros ya teníamos un derecho adquirido por tiempo”, explicó Liévano.
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Liévano contó que tiempo después de la muerte de su abuelo (quien falleció en 2012), comenzaron a surgir problemas familiares y disputas internas que derivaron en que la marca perdiera el impulso que ya venía cosechando a principios de siglo.
“Parte del problema de no haber podido crecer más es que, aun cuando mi abuelo era muy visionario, trabajador y metódico en sus cosas, tenía un problema como todos los humanos lo tienen: no supo delegar y organizar el relevo generacional”, destacó.
Actualmente, la marca aún mantiene el local del Centro Comercial Santa Fe y si bien se ha intentado retomar esa senda de crecimiento que tuvo entre el 2000 y el 2015, diferentes factores como la pandemia o el costo de los insumos han retrasado ese proceso.
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