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Los aranceles y la política

En esta guerra comercial iniciada por Trump y ahora continuada por Biden no hay ganadores, todos son perdedores.

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El presidente Trump inició la guerra comercial con China en 2018 argumentando que el enorme déficit comercial constituía un robo de los chinos, que había arruinado a la industria, y que además era un signo de debilidad del país más poderoso del mundo. Para hacer América grande de nuevo, Trump aumentó los aranceles para la importación de productos chinos con valor de $300 billones. Los chinos respondieron subiendo sus aranceles a EE. UU., principalmente a los productos agrícolas.

El déficit comercial de EE. UU. con China, tras siete años de estar en operación los nuevos aranceles, bajó de US$417 billones hasta US$307 billones para luego volver a subir a US$381 billones. No obstante, su déficit comercial con el resto del mundo aumentó. La balanza comercial gringa no para de ser cada vez más negativa desde 1976. El reciente aumento de aranceles por el presidente Biden a seis clases de productos de origen chino con valor de US$18 billones fueron justificados porque estos gozaban de enormes subsidios en China, dando lugar a precios artificialmente bajos con los cuales competían deslealmente. Lo curioso es que los productos elegidos para multiplicar por cuatro sus aranceles: los vehículos eléctricos, los semiconductores, las baterías, los paneles solares, el acero y el aluminio, están abarcados por las leyes CHIPS y Reducción de la Inflación que otorgan gigantescos subsidios a la producción y consumo de bienes para descarbonizar la economía.

Un estudio del Banco de la Reserva Federal sobre el impacto del aumento de los aranceles chinos y gringos en 2018 concluyó que el efecto positivo de la protección contra las importaciones chinas fue muy inferior a los efectos negativos derivados del aumento de los costos de los insumos afectados por los aranceles de represalia, la pérdida de competitividad en el extranjero, y el aumento de precios al consumidor. Otro estudio del Departamento de Agricultura cuantificó la enorme caída de las exportaciones agrícolas como resultado del aumento de los aranceles chinos en represalia.

En esta guerra comercial iniciada por Trump y ahora continuada por Biden no hay ganadores, todos son perdedores. Una de sus consecuencias es la desviación del comercio, por ejemplo, la soja de Estados Unidos al volverse cara por el aumento del arancel chino, indujo a que los chinos la compran en Brasil. No menos importante han sido las transferencias de recursos dentro de la economía, es decir, los beneficios de las industrias protegidas con el arancel, lo han pagado las industrias sobre las cuales recaen los aranceles de represalia, y el consumidor con el aumento de precios.

En este conflicto las leyes de comercio internacional de la OMC en Ginebra saltaron por la borda. La OMC apenas ve pasar el balón, EE. UU. castró su tribunal de solución de conflictos. Una balanza comercial negativa no es signo de debilidad de una economía. La balanza comercial china es positiva porque ahorra mucho, y la de EE. UU. es negativa porque gasta mucho. Ser fuerte con China produce dividendos políticos.

DIEGO PRIETO URIBE
​Experto en comercio internacional.

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