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Juan Manuel Ramirez M.
Columnista

Tecnología y pobreza

Si queremos hablar de una Cuarta Revolución, cobra sentido entender para qué y eso significa luchar contra los viejos problemas del pasado.

Juan Manuel Ramirez M.
POR:
Juan Manuel Ramirez M.

Esta semana se otorgó el Premio Nobel de Economía 2019 a tres investigadores que construyeron un “enfoque experimental para aliviar la pobreza mundial”, tratando de analizar en la práctica las principales medidas que llevan a cabo los gobiernos en ese propósito y probar su certeza.

Se trata de Abhijit Banerjee (1961), Michael Kremer (1956) y Esther Duflo (1972), esta última la segunda mujer en recibir el galardón en toda la historia.

No deja de sonar paradójico que en el siglo XXI, cuando la economía digital está en su mejor punto y ad portas de la Cuarta Revolución Industrial, el fenómeno de pobreza (y peor aún de pobreza extrema) persista en los niveles actuales.

Más del 10% de la población mundial (unas 736 millones de personas) sobrevive con menos de dos dólares al día, una cifra que puede ascender hasta las 1.300 millones de personas si se analiza desde la perspectiva de la pobreza multidimensional (concentrados en en Asia, África y América Latina).

En recientes declaraciones, Duflo sostuvo que si bien no existe una solución milagrosa para el problema de la pobreza (siempre se cree que el problema se resuelve con cooperación internacional, apertura total de fronteras, comercio exterior, expansión de la democracia o de la economía de mercado), tampoco hay un culpable o un grupo de responsables directos de esta problemática (ni los organismos multilaterales, los gobiernos locales o el empresariado pueden de manera aislada brindar una única salida); por eso ella concluye: “La pobreza adopta múltiples formas y su persistencia se debe a múltiples causas”.

Adicional a lo anterior, la nueva Premio Nobel de Economía brinda una definición que me resulta muy diciente en medio de este crecimiento desbordado de la industria tecnológica: “Ser pobre es tener menos información, menos posibilidades de elegir su propia trayectoria y también menos protección contra los propios errores. Todas estas barreras pueden convertirse en trampas en las que los pobres quedan encerrados. Entenderlas nos permite abrirlas, mediante intervenciones bien elegidas”. En pocas palabras, lo que queda es un espectro de crecimiento reenfocado hacia quienes verdaderamente lo necesitan.

El acceso a la información, la inclusión financiera, la calidad en la educación, el conocimiento de los derechos, los mayor seguridad y tantas otras posibilidades que contribuyen a mitigar la pobreza pasan por los avances de la industria tecnológica. No basta con ampliar la cobertura para llevar Internet a los más pobres (que es lo básico) sino garantizar su apropiación y empoderamiento en un escenario natural que permite salir de la trampa de la pobreza.

Desde luego, como bien lo plantea Duflo, no existe un único camino o responsable pero sí una enorme posibilidad de que en lucha contra la pobreza la ruta sea más corta con tecnología. Soluciones pensadas desde las universidades, startups, organismos multilaterales y gobiernos para llevar energías alternativas o servicios públicos y alimentos en grandes cantidades están a la vuelta de la esquina con voluntad política y algo de prioridad en los recursos. Si queremos hablar de una Cuarta Revolución, cobra sentido entender para qué y eso significa luchar contra los viejos problemas del pasado.

Juan Manuel Ramírez M.
CEO de Innobrand
j@egonomista.com / ibaweb@hotmail.com

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