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Miguel Gómez Martínez
Columnista

A pagar las cuentas

Evitar la pérdida del grado de inversión del país requerirá una serie de medidas de ajuste que inician con la reforma tributaria. 

Miguel Gómez Martínez
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Miguel Gómez Martínez

Fue en 1999 cuando Colombia perdió el grado de inversión. Era la época en que el país asumía el desorden económico que había dejado el desprestigiado y cuestionado gobierno de Ernesto Samper que, para mantenerse en el poder, había entregado las finanzas públicas a sus partidarios políticos.

Elegido Andrés Pastrana y nombrado Juan Camilo Restrepo Ministro de Hacienda, quedó en evidencia la magnitud del desequilibrio fiscal heredado del gobierno saliente. De forma simultánea, países del sureste asiático y Rusia entraron en graves problemas de pagos. El nerviosismo de los mercados financieros se tradujo en la explosión de la burbuja especulativa de las empresas de internet y los mercados castigaron a las economías que percibían como más débiles. Colombia entró en ese grupo. Para frenar la salida de capitales, el Banco de la República aumentó las tasas de interés y el país enfrentó la primera caída del Producto Interno Bruto desde la Gran Depresión de los años Treinta.

Perder el grado de inversión hizo más doloroso el proceso de reactivación de la economía que vino a consolidarse en la primera administración de Álvaro Uribe (2002-2006). Necesitamos doce años para recuperar el grado de inversión lo que sucedió en 2011.

Las dificultades de nuestra economía se han agravado con la pandemia. La histórica caída del crecimiento económico (-6,8 por ciento), la explosión del déficit fiscal (-8,6 por ciento) y el aumento del nivel de endeudamiento (65 por ciento del PIB) son un coctel peligroso.

Algunos creen que la situación no debería preocuparnos pues todos los países del mundo han tenido que enfrentar la recesión con medidas muy similares a las adoptadas en Colombia. En general, los indicadores de la mayoría de las naciones desarrolladas son mucho peores que los nuestros. No sería entonces justo que Colombia fuese degradada.

El problema es que no estamos comparando lo que es comparable. Nuestra estructura tributaria tiene graves distorsiones que explican el bajo recaudo y por el lado del gasto la rigidez es absoluta. El resultado es que, para Colombia, el desequilibrio de las finanzas públicas es un verdadero talón de Aquiles pues nos cuesta mucho cerrar la brecha entre ingresos y gastos.

Además, es necesario tener en cuenta que, en los últimos diez años, la convergencia financiera internacional ha hecho grandes avances. Los acuerdos de Basilea redefinieron los criterios de solvencia y gerencia del riesgo. Las normas internacionales de información financiera (NIIF) también son hoy la regla que los países tienen que adoptar.

Colombia avanza en esa dirección pues es la única forma de seguir participando en un mercado financiero cada vez más globalizado e integrado.

Evitar la pérdida del grado de inversión del país requerirá una serie de medidas de ajuste que inician con la reforma tributaria. Y luego deberá venir un periodo largo de austeridad.

Miguel Gómez Martínez
Presidente de Fasecolda
migomahu@hotmail.com

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