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28 nov 2017 - 5:31 p. m.

La historia de un cerebro aporreado

Más de 110 ex exjugadores de la NFL han sido diagnosticados con la enfermedad neurológica degenerativa que es incurable y que los científicos han relacionado con los repetidos golpes de cabeza que son parte de ese deporte.

Futbol americano

Aspectos de un partido de fútbol americano. Se trata de un deporte de mucho contacto y lesiones para los deportistas.

BRIAN SNYDER

POR:
Cecilia Rodríguez
28 nov 2017 - 5:31 p. m.

De acuerdo a la edad, 27 años, el cerebro parecía normal: ni muy grande ni muy pequeño, sin deformaciones. Las meninges, o sea las capas de membranas translúcidas que lo recubren y protegen, estaban todavía intactas y tenían un brillo saludable.

Nada de esa apariencia mostraba anomalías que pudieran haber afectado al dueño del cerebro, Aaron Hernández, quien unas horas antes en el pasado mes de abril, había cometido suicidio en la celda de la prisión donde estaba recluido por asesinato.

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Tampoco nada indicaba la celebridad, fama y fortuna o los terribles altibajos vividos por Hernández, una de las estrellas de futbol americano.

Lo que los científicos del laboratorio del centro de ETC (Encefalopatía Crónica Traumática) de la Universidad de Boston encontraron inmediatamente después de hacer un primer corte del cerebro no tenía nada que ver con la apariencia. Los daños eran tan severos que se podían notar a simple vista incluyendo atrofia sustancial y perdida del tejido cerebral.

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Eran, en efecto, los daños más graves que los expertos habían visto en alguien de esa edad, lo cual les llevo a concluir que se trataba de una persona que había recibido traumatismos craneales repetidamente.

Se ha probado científicamente que ETC tiene manifestaciones perjudiciales en el comportamiento incluyendo el control de los impulsos, la toma de decisiones, agresión y volatilidad emocional y que una causa es traumatismo craneal repetitivo.

En los resultados del análisis que fuera publicado este mes, los investigadores no pueden explicar específicamente por qué Hernández, quien fuera una gran estrella del equipo de los Patriots, que parecía tenerlo todo incluyendo un contrato de 40 millones de dólares, asesinaría a un amigo por un ligero perjuicio. O por qué se ahorcaría cinco días después de que un jurado lo encontrara inocente de matar a dos desconocidos que lo habían enojado en un club nocturno en 2012.

Lo que sí demuestran es que la mente de Hernández mostraba serios signos de destrucción. Las secciones transversales tenían importantes lagunas en los tejidos, ventrículos llenos de líquido que se expandían a medida que el tejido cerebral se encogía. Un cerebro saludable se ve robusto y carnoso. Este estaba ahuecado por cavernas en forma de boomerang. La pequeña membrana entre las dos mitades del cerebro estaba atrofiada, perforada y marchita. Los nervios y el hipocampos estaban deteriorados.

Aaron Hernández comenzó a jugar futbol americano desde los seis años, o sea que jugó por más de 17 años durante los cuales absorbió miles de golpes en la cabeza a medida que su carrera subía de los equipos del colegio en su pueblo de Bristol, Connecticut, al de la Universidad de Florida y luego a la liga profesional NFL (Liga Nacional de Fútbol).

Más de 110 ex jugadores de la NFL han sido diagnosticados con la enfermedad neurológica degenerativa que es incurable y que los científicos han relacionado con los repetidos golpes de cabeza que son parte de ese deporte. Hernández era el más joven, cuando se suicidó, colgándose con las sabanas, en su celda en la prisión estatal de Shirley, donde estaba sirviendo cadena perpetua por asesinar en 2013 a Odín Lloyd, un jugador semiprofesional de fútbol americano que estaba saliendo con su cuñada. Si bien nadie puede demostrar una relación causal entre el daño cerebral de Hernández y sus acciones, hay poca disputa de que mostraba síntomas de ETC asociados con problemas de agresividad, explosividad, impulsividad y comportamiento autodestructivo.

El equipo de los Patriots sabia de sus problemas de conducta cuando lo reclutó en 2010. En uno de los documentos de su historia aparece que “tiene muy baja auto-estima, no está bien ajustado emocionalmente, no es feliz, tiene humores impredecibles, no es estable”.

A los 17 años Aaron ya había comenzado un historial de alarmantes muestras de agresividad entre las que figuran peleas en bares, destrucción de cosas y ataques violentos contra amigos. La policía había sido llamada por agresión doméstica en varias ocasiones.

En 2012 cuando los Patriots renovaron su contrato y le ofrecieron 40 millones de dólares y su hija nació, Hernández prometió reformarse y controlar su imprudencia. En realidad, su comportamiento se volvió cada vez más preocupante. No solo fue implicado en la escena del doble asesinato del cual fue exonerado, sino que cuatro meses antes del asesinato de Lloyd, le disparó a otro amigo, Alexander Bradley, en la cara después de una noche de fiesta.

Hernández es el tercer jugador de los Patriots que ha cometido suicidio y el séptimo diagnosticado con ETC.

Los Patriots es considerado uno de los equipos más exitosos en la historia de la NFL.

Cecilia Rodríguez
Luxemburgo

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