Plantarle cara a la vida cuando muestra su lado más desagradable, crecer hacia algo nuevo, tener fuerza interior y capacidad de recuperación. Todos estos conceptos remiten a la misma palabra: resiliencia. La American Psychological Association (Asociación Americana de Psicología, APA) la define así: el proceso de adaptarse frente a la adversidad, a un trauma, tragedia, amenaza o fuentes de tensión significativas como problemas familiares o de relaciones personales, problemas serios de salud o situaciones estresantes de trabajo o financieras. Significa ‘rebotar’ de una experiencia difícil, como si uno fuera una bola o un resorte.
El término no es nuevo, pero dados los niveles de estrés y traumas de la vida moderna está más vigente que nunca. De hecho, la resiliencia se estudia desde los años 50 y fue la psicóloga de origen alemán Emmy Werner (1929-2017) la primera en llevar a cabo un estudio sobre este proceso. Entre los expertos se dice que el concepto viene originalmente de la física y es la capacidad que tienen algunos metales para doblarse y luego volver a su posición inicial cuando cesa la presión.
La psicóloga Werner investigó durante 30 años la vida de un grupo de niños de una isla de Hawai, en Estados Unidos, marcados por la pobreza y la desgracia. Su teoría era que ese entorno los determinaría en el futuro y no precisamente para bien. En la mayoría de los casos sus temores resultaron ciertos, pero hubo un 30 por ciento de la muestra que logró salir adelante y con una vida medianamente normal.
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En esos casos había sido determinante el apoyo de alguien cercano, un adulto que no necesariamente tiene que ser un familiar, sino alguien que le brindó afecto al menor. Es lo que el reconocido psiquiatra francés Boris Cyrulnik, otro de los padres de la resiliencia, llama “la confianza primitiva”, es decir, “me han querido, luego soy digno de ser querido, conservo entonces la esperanza de encontrar a alguien que me ayude a reanudar mi desarrollo”.
“Si uno, de pequeño, cuenta con un apego seguro que cultiva la confianza en uno mismo, cuando llega una desgracia la encaja porque su memoria le dice que es posible salir adelante”, le dijo Cyrulnik al diario ‘El País’ de España.
El libro de Cyrulnik ‘Los patitos feos. La resiliencia: una infancia infeliz no determina la vida’ es un referente en los estudios sobre esta materia. Los traumas, según el psiquiatra francés, estarán toda la vida en la memoria, pero “no estamos obligados a someternos a ellos, sino a trabajarlos”.
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CASOS COTIDIANOS
Ejemplos de resiliencia hay miles en el planeta. Desde los niños judíos que sobrevivieron a la muerte de sus padres en los campos de concentración nazis, pasando por el científico Stephen Hawking (que sufría una enfermedad degenerativa) o el actor Christopher Reeve (que se quedó tetrapléjico tras sufrir un accidente), hasta el emblemático Nelson Mandela, un hombre que pasó treinta años tras las rejas y después, convertido en un inmenso líder, llevó a Sudáfrica al fin del Apartheid y a un tiempo de paz entre blancos y negros. Casos cotidianos hay a puñados a nuestro alrededor: la amiga que superó un cáncer casi terminal y rehízo su vida, el o la que se enfrentó a una ruptura o a una pérdida terrible, o ese que simplemente cumple al pie de la letra aquella frase que dice que al mal tiempo buena cara. Pero ¿qué es lo que hace que una persona pueda salir adelante, resistir y reponerse ante la adversidad?
Hay algo de misterio en la resiliencia, una especie de “magia cotidiana” según Donya A. Gilan, psicóloga y directora científica del German Resilience Center de la Universidad de Mainz y citada por el periódico suizo Luzerner Zeitung. La periodista alemana Christina Berndt plantea que esa ‘magia’ viene a ser también una ‘energía’ que nos impulsa a salir de una situación depresiva para volver a disfrutar de una vida plena, una fuerza que nos ayuda a resistir los condicionantes negativos del entorno y echar la vista hacia adelante con optimismo.
Berndt es autora del libro ‘Resiliencia: El secreto de la capacidad de resistencia psíquica’ (Ed. Edaf), que acaba de llegar a Colombia. En esta publicación la periodista parte del hecho de que de alguna manera a todos en algún momento nos toca enfrentarnos a distintas crisis. Lo que cambia es la forma de hacerlo. Mientras unos caen en un pozo muy profundo del que no logran salir, otros sacan herramientas de donde prácticamente no tienen y logran reponerse.
La buena noticia es que la resiliencia, si bien tiene un componente orgánico (algunas personas liberan las hormonas correctas bajo estrés), se puede aprender. Según la Asociación Americana de Psicología, hay una combinación de factores que contribuyen a desarrollarla. Por ejemplo, la capacidad para hacer planes realistas y hacer lo necesario para ejecutarlos; una visión positiva de sí mismo y confianza en las fortalezas y habilidades; destrezas en la comunicación y en la solución de problemas y el manejo de sentimientos e impulsos fuertes.
De hecho, un estudio realizado con alumnos de Psicología de la Universidad Autónoma de Barcelona concluyó que los más resilientes son los que están más satisfechos con su vida. Es cuestión de empezar.
DIEZ FORMAS DE CONSTRUIR RESILIENCIA
REDACCIÓN DOMINGO