Doritos, Coca-Cola y otros productos que nacieron por accidente

Inventar un nuevo producto o construir una marca puede tomar años de planificación, prueba y error. Y si bien la historia ha evidenciado que las buenas ideas surgen de una necesidad, ese no siempre es el caso.

Le contamos cómo un pequeño giro en los acontecimientos llevó a que inventos que parecían no tener mucho futuro pasaron a ser una parte importante de la cultura popular. 

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"La basura de unos es el tesoro de otros" este dicho sintetiza el origen de una de las frituras más populares del mundo: los Doritos. 

Todo empezó en 1955 cuando el fundador de Frito-Lay, Elmer Doolin, convenció a Walt Disney de abrir un restaurante mexicano, al que se le bautizó como Casa de fritos, en el recién inaugurado parque temático Disneyland.  

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Muchos de los insumos eran proporcionados por un establecimiento cercano conocido como Alex's Food y fue precisamente uno de sus vendedores quien notó que las tortillas de maíz que no se usaron en las preparaciones porque se habían puesto duras eran desechadas. El empleado sugirió cortarlas, freírlas y venderlas como un 'snack' para no desperdiciarlas

El éxito fue tal entre los clientes que se decidió incluir el nuevo producto como parte del menú. 

Para 1964, las ganancias del local se habían duplicado y el vicepresidente de Frito-Lay, Archibald Clark West, hizo un trato con Alex's Food para producir estas 'tortilla chips' de forma masiva bajo el nombre de Doritos, término que se creó al mezclar las palabras dorado y fritos. 

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A inicio de 1930, la compañía Kutol Products comenzó a comercializar una masilla que servía para limpiar el hollín que dejaban los calefactores en el papel tapiz de las paredes. Este producto se caracterizaba por ser moldeable, no contener componentes tóxicos y no dejar manchas en la superficie donde se aplicaba, por lo que se popularizó al instante. 

Sin embargo, después de la Segunda Guerra Mundial, las personas fueron sustituyendo las calefacciones que requerían carbón por las que funcionaban a gas o con electricidad, convirtiendo a esta masa en un artículo obsoleto y llevando a las ventas de la empresa a caer en picada.  

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En este punto de la historia entra Kay Zufall, cuñada del dueño de Kutol, Joe McVicker, quien fue la encargada de darle una vuelta de tuerca a la situación. Zufall era maestra de primaria y se percató de que sus alumnos preferían jugar con la masilla limpiadora que con arcilla, por lo que sugirió venderla como un juguete para niños. 

Así las cosas, en 1956 se fundó la filial Rainbow Modeling Compound, empresa que se encargaría de fabricar y distribuirla con el nombre de Play-Doh. La plastilina, a la que se le decidió añadir color, se popularizó gracias a su aparición en varios programas infantiles, alcanzando al año más de tres millones de dólares en ventas. 

En 1886, el Dr. John Pemberton se encontraba en la búsqueda de un jarabe para las dolencias comunes. Finalmente, logró componer un remedio que contenía extractos de nueces de cola y hojas de coca (años después este último fue sustituido por otros elementos). 

Al incluir agua carbonatada, el producto comenzó a ser ofrecido en las farmacias como una bebida con propiedades medicinales y el vaso se comercializaba a cinco centavos. En cuanto al nombre, este se originó cuando al contador de Pemberton, Frank M. Robinson, se le ocurrió combinar dos de sus ingredientes principales. 

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Antes de fallecer, en 1888, el doctor vendió su participación a Asa G. Candler, un empresario que decidió expandir la distribución de Coca-Cola a las fuentes de refrescos más allá de la ciudad de Atlanta (Estados Unidos), posicionándola como una de las bebidas gaseosas más populares a nivel mundial. 

Hoy en día, la compañía cuenta con más de 225 embotelladoras alrededor del mundo y su fórmula es considerada como un secreto comercial en la cultura popular. 

Las notas adhesivas, mejor conocidas como Post-it, hacen parte de los elementos de papelería más presentes en la cotidianidad. Sin embargo, un dato poco conocido es que su invención se derivó gracias al azar, un pegamento de baja resistencia y un libro de himnos. 

La historia da inicio en 1968 con Spencer Silver, un científico de la multinacional 3M que se encontraba fabricando un adhesivo de uso industrial. Sus intentos dieron como resultado un pegante hecho de micro esferas acrílicas que al ser empleado no tenía la fuerza requerida, por lo que en su momento no le encontró utilidad. 

La bombilla finalmente se encendió cuando en 1974 Art Fry, un colega científico que participaba en el coro de una iglesia, buscaba una solución práctica para separar las hojas de su libro de cantos. En ese momento recordó el invento de Spencer y decidió aplicarlo sobre un pedazo de papel amarillo.  

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Los papelitos tenían la capacidad de mantenerse adheridos por mucho tiempo y podían
ser reutilizados sin dañar la superficie en la que se colocaban. De manera que, con esta idea en mente, se pusieron en marcha varias pruebas para comprobar su efectividad, producirlos y distribuirlos de manera oficial en 1980. 

Actualmente, se venden más de 50.000 millones de unidades por año en 150 países y hay disponibles distintos tamaños y colores.

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