En las últimas semanas, se votó en Gran Bretaña y Francia. El resultado es muy diferente en dos sistemas muy distintos; pero, lo que quedó claro, es que el sistema democrático ha funcionado. La gente se pudo expresar con su voto, pudo elegir libremente, y ahora comienza una nueva etapa en cada país.
En Gran Bretaña, después de 14 años de gobierno conservador, una mayoría aplastante prefirió el cambio y votó por una mayoría absoluta del partido laboralista. Después de las consecuencias nefastas del Brexit, el rechazo a personajes tan poco creíbles como Boris Johnson, el electorado puso en el poder a Starmer y al partido de centro-izquierda.
Su antecesor Sunak entregó el poder sin ningún cuestionamiento, pidió disculpas ante los errores de los gobiernos conservadores, y no olvidó de recalcar el valor de que el hijo de inmigrantes de la India haya podido ser primer ministro. En el sistema parlamentario del Reino Unido, la entrega de poder se ha dado sin contratiempos, y hasta el Rey presentó en su discurso el programa de “su” gobierno como lo que ha elegido la gente. En Francia, por su lado, después de la victoria de la extrema derecha (Frente Nacional) en las elecciones europeas, el presidente Macron llamó a elecciones parlamentarias anticipadas. Después de la primera vuelta de esas elecciones, se esperaba una mayoría del Frente Nacional, cuyos lemas son de exclusión, y de rechazo a la inmigración. En la segunda vuelta, y ante el miedo de gran parte de los franceses a ese gobierno, la izquierda se unió, varios candidatos renunciaron para fortalecer la posición de aquel con más opciones, y así se frenó a la extrema derecha.
Ahora, muchos consideran que Francia está ante un caos en un sistema presidencialista, en el que en la Asamblea Nacional no hay mayorías, siendo la coalición de izquierda la más fuerte, seguido por el centro de Macron, y solo en tercer lugar estando la extrema derecha. No está claro cómo se formará un nuevo gobierno, y quién podrá ser el nuevo primer ministro. Pero lo más probable es que se tendrán que formar nuevas alianzas, con acuerdos en lo fundamental.
La autocracia rusa encarcela y asesina a opositores. En China, los derechos humanos se irrespetan. Irán celebra la guerra y apoya a grupos terroristas. Y, en la democracia más importante de Occidente, el candidato republicano amenaza las reglas y los valores democráticos. En ese contexto, lo que acaba de ocurrir en Francia y Gran Bretaña nos demuestra lo relevante de un sistema de la gente y para la gente.
No importa si se trata de un cambio de gobierno pacífico y siguiendo las reglas como en el Reino Unido, o la necesidad de crear alianzas y acuerdos como en Francia. Lo que nos enseñan estas democracias es que se puede y debe gobernar respetando los programas y las ideas, que los electores pueden expresarse en las urnas para exigir ajustes sin violencia, y que no hay sistema más perfecto, dentro de lo imperfecto, que la democracia.
Rafael Herz
Analista Internacional
