¿Quién convenció a Biden de que se retirara de la carrera presidencial? Sin duda, su médico. El no está bien y todo el mundo se da cuenta. A pesar de que en su carta de renuncia a la candidatura demócrata no menciona ni una palabra de su salud, todo el pueblo estadounidense, y cualquier mortal como yo, nos damos cuenta de que esa -su salud- es la razón por la cual ha renunciado. La pregunta es porqué demoró tanto en hacerlo. Es un capítulo pendiente de sus explicaciones. Quedan dudas.
Ahora bien, siendo Kamala Harris, la actual Vicepresidente, excelente candidata y persona sin duda capacitada para ejercer la presidencia de la primera potencia del mundo, pienso que ella no es la mejor opción para derrotar a Trump. La razón es sencilla: Porque no cambia la dinámica de la campaña.
Trump, el aclamado candidato republicano, ha basado su campaña en oponerse a todo lo que ha hecho Biden a quién califica de débil, incapaz y corrupto. En temas de economía, política exterior o migración, todo el discurso de Trump es hacer lo contrario de lo que viene haciendo Biden. Y ese discurso hoy tiene mucha acogida en los votantes. Harris es parte de esta administración, y es difícil que con ella de candidata reviertan esa tendencia que se ha vuelto una causa potente en Estados Unidos.
Los demócratas, si quieren ganar, tienen que tener un candidato que puedan tomar distancia del actual gobierno. Que sea capaz de criticar, genuinamente, algo de lo que se está haciendo mal. Ahí pueden disputarle terreno a Trump y tener una posibilidad de ganarle. Necesitan alguien joven, hombre o mujer, independiente, que pueda exponer el radicalismo y la simplificación de la realidad de Trump. Alguien de centro, realista, moderno, que vaya más allá del muro que quiere revivir Trump para impedir la llegada de inmigrantes ilegales.
Desde antes del debate en televisión entre los dos candidatos, en el que le fue muy mal a Biden, y del atentado fallido al republicano que lo volvió invencible para muchos, ya Trump llevaba la ventaja. Ahora, parece imbatible. Para millones de estadounidenses, Trump se ha convertido en una causa casi religiosa.
Se llama a sí mismo, el elegido. A nadie parece importarle sus líos judiciales. Tampoco que no haya hecho nada para impedir que un grupo de extremistas se tomaran el capitolio. O que sus posiciones lo sitúen en la extrema derecha. Si yo fuera ciudadano de Estados Unidos, no votaría por Trump. Pero hasta ahora Biden y los demócratas no han logrado consolidar unos mensajes que movilicen al electorado. No convencen. Biden ha hecho un gobierno apenas aceptable, pero en temas de liderazgo, se queda corto.
¿Podrá Kamala Harris, con su juventud y personalidad arrolladora, revertir esta tendencia? Ojalá. Pero es bien difícil. Trump ya tomó ventaja.
RICARDO SANTAMARÍA
Analista
