Carlos

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María Sol Navia V.

Al límite de la corrupción

Ojo, así comienzan los gobiernos autoritarios: terminan como en Venezuela, donde protestar es morir y la tortura reemplaza la dignidad.

María Sol Navia V.
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María Sol Navia V.

Es repugnante, doloroso, el desborde de la corrupción. Nunca, hasta donde nuestra memoria alcanza, habíamos caído a los extremos tan bajos y agudos de corrupción, en medio de la desvergüenza total de sus protagonistas: unos cuentan e involucran a otros cada vez en escalas más altas del actual gobierno, otros niegan y se sienten víctimas, unos defienden, otros acusan.

En un gobierno en que mentir es una costumbre que arranca en el presidente, la confusión cada día crece. Lo cierto es que se robaron miles de millones de pesos para comprar congresistas a fin de que aprueben las propuestas de Petro y para llenarse sus bolsillos en una forma extravagante.

Las declaraciones y las acusaciones en la televisión o en los medios en general, las diligencias en la fiscalía, las confesiones con las que pretenden hacer acuerdos, nos dejan estupefactos, pues parece imposible que todo eso haya pasado y que existan personas con un cinismo de tal magnitud.

Corrupción existe hace mucho tiempo, pero lo actual supera todo lo imaginable. Es sabido que ministros del interior y algunas veces los de otras carteras han negociado con congresistas su apoyo a trámites en el congreso a cambio de puestos; hace años se habla del computador de palacio, pero nunca de la exacción del presupuesto nacional en los niveles actuales para sacar adelante leyes perjudiciales para el país y para embolsillarse tan descaradamente los impuestos que pagamos los colombianos para contribuir a la redistribución y a la equidad y no para engrosar las arcas de los corruptos y de campañas políticas de los mismos.

Todo esto ocurre mientras que al presupuesto nacional hay que recortarle 20 billones de pesos y estiman los expertos que habrá que reducir otros 10 billones.

El presidente se queja de la falta de dinero, de las deudas que contrajo el gobierno anterior para atender la pandemia y evitar miles de muertes por enfermedad o hambre, cuando los más pobres no podían trabajar.

Pero para este gobierno la prioridad es comprar congresistas, repartir mermelada entre políticos, gastar en dadivas, subsidios y cargos burocráticos para aferrarse al poder por sí mismo o por algún lacayo corrupto y lleno de odios y resentimientos.

Ojo, así empiezan los gobiernos autoritarios y vean donde llegan, como en Venezuela, donde protestar es muerte, y la vergüenza y el pudor fueron reemplazados por la tortura.

Lo más triste es que en ese entramado criminal están comprometidos algunos empresarios, que son la vergüenza y la deshonra de la clase empresarial pujante que ha impulsado el desarrollado del país generando empleo e impuestos que teóricamente se deben utilizar en provecho de la población marginada y no de los adictos al pensamiento del presidente y al dinero público.

Una reforma tributaria hundiría más la pequeña y mediana empresa y ahogaría las sostenibles para más gasto público inútil.

María Sol Navia V.
Exministra

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