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Lecciones de otra pandemia

El hongo re roya afectó durante varios años cafetales de la región, y Colombia logró hacer una reconversión productiva que fue ejemplo de la región.

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Durante varios años el hongo de la roya atacó los cafetales de Centroamérica, Colombia y Perú, afectando su capacidad productiva. Esta ‘pandemia’ se presentó desde el 2009 y se prolongó en algunos casos hasta el 2015, llevando a centenares de miles de campesinos de la región a la pobreza.

En el caso de Colombia, la producción total y la productividad por hectárea cayeron en promedio 30% durante los cinco años comprendidos entre el 2009 y 2013. Durante los peores años la caída de estos indicadores fue cercana al 40%, en tanto que el valor total de la cosecha cafetera se redujo a solo 3,4 billones de pesos. Más de medio millón de productores y sus familias vieron drásticamente reducidos sus ingresos. Fue la época de los paros y dignidades cafeteras que exigían apoyo al precio del grano por parte del Gobierno Nacional.

En 2008, cuando empezó la pandemia, el 70% de los cafetales colombianos estaban envejecidos o con plantaciones susceptibles a la roya. Reemplazar cerca de 500 mil hectáreas de cafetales con nuevas variedades, la mayoría resistentes a la roya, incrementando su densidad de siembra, en predios pequeños de más de 400 mil productores en un lapso de apenas cinco años, era un reto descomunal.

El éxito de un esfuerzo de reconversión de esta magnitud exigía tener los incentivos, en este caso, los ICR o Incentivos de Capitalización Rural promovidos por el exministro Arias que se dirigieron a los productores de menos de 5 hectáreas, las apropiaciones presupuestales por varios años obtenidas por los Ministros de Hacienda y Agricultura de la época, la disponibilidad de semillas de variedades resistentes de la calidad adecuada -producidas por Cenicafé-, el acceso a instrumentos bancarios y líneas de financiación y garantías adaptadas al ciclo de vida del cafeto dirigidas a productores que tradicionalmente no son sujetos de crédito, y la asistencia técnica y verificación de que los fondos efectivamente se utilizaban en renovación de cafetales, trabajo provisto en este caso por el servicio de extensión de la Federación de Cafeteros. Adicionalmente era necesario desarrollar comunicaciones asertivas no solo con los grupos de interés internos sino también, y especialmente, con muchos clientes internacionales, recelosos de la posible afectación que pudiera tener la calidad del grano nacional por las nuevas variedades.

Colombia afortunadamente contaba con una estrategia de renovación cafetera concebida durante el gobierno Uribe y sus ministros Zuluaga y Arias, que fue acelerada por el gobierno Santos, y sus ministros, en particular Echeverry, Cárdenas y Restrepo. Los resultados del esfuerzo ejecutado durante la administración Silva y Muñoz de la Federación, son contundentes. Colombia dobló su productividad, que para 2012 apenas superaba 8 sacos de 60 kilos por hectárea, superando 15 sacos a partir del 2016. Este aumento condujo a un incremento sustancial en el ingreso cafetero, especialmente para aquellos productores con plantaciones pequeñas, llevando a miles de familias a superar la línea de pobreza. Se trata de un ejemplo de articulación entre el gremio y el gobierno cuyos resultados no pudieron ser replicados por ningún otro país productor latinoamericano con excepción de Honduras. En general México y los países centroamericanos, vieron caer su producción entre un 20 y el 50% por varios años consecutivos. Ninguno de esos países aun supera la producción obtenida en el 2012, e incluso Perú, el milagro exportador agrícola de la región, aun no se recupera completamente. De hecho, la reconversión productiva de Colombia es un caso excepcional no solo en café sino en cultivos perennes en la historia de la economía agrícola de países desarrollados o en desarrollo.

Durante los peores años de la crisis el gobierno nacional también apoyó a los productores con aportes al precio doméstico por valor de $1,3 billones. Esta cifra, sumada al valor de los ICR de aproximadamente $0,4 billones, fue sin duda una inversión significativa de fondos públicos que se justifica a la luz de los resultados. El ingreso cafetero, en términos nominales se multiplicó a partir del 2015, alcanzando $7,2 billones de pesos en promedio para los últimos 5 años y superando los $9 billones en el 2020. La inversión estatal ha tenido un retorno significativo a través de la mayor demanda agregada de un sector con alta propensión al consumo. Sin sugerir que estamos en épocas de bonanza ni que los restos del sector en materia de comercialización y diferenciación se han superado, lo cierto es que el sector cafetero ha sido una estrella económica en el sector agrícola durante la pandemia del covid.

Vale la pena resaltar algunas similitudes entre las dos pandemias. Durante la período del covid el vilipendiado sistema de salud colombiano ha demostrado ser robusto y tener muchas fortalezas ignoradas. De igual manera, la compleja ejecución de la política de renovación de cafetales por parte de la Federación resultó ser altamente exitosa, demostrando las fortalezas de la institución. La disponibilidad y uso eficiente de plantas “vacunadas”, en el caso cafetero, fue aliviada gracias a los años de investigación para desarrollar variedades resistentes adaptadas al entorno colombiano. Para el caso del covid, la disponibilidad de vacunas y la capacidad de producirlas localmente siguen siendo un reto.

Por otra parte, aportar recursos del estado para mantener el empleo o incrementar el gasto social temporalmente bajo programas que aseguren que las políticas de largo plazo no se vean alteradas, es una iniciativa que, al menos en el caso del café, demostró sus bondades. Otra lección significativa es la de mantener los programas de largo plazo a pesar de los cambiantes ciclos políticos. En el caso del covid esperamos que tanto el gasto social como las políticas económicas de largo plazo se mantengan en una senda alejada de conveniencias de corto plazo por parte de los diferentes actores políticos, especialmente ahora que se avecina un nuevo ciclo electoral.

Luis F. Samper
Economista
@lfsamper

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