Tanto se ha abogado por la diversidad y la inclusión, que ser mujer en esta época debería ser una condición sin sesgos o diferencias. Pero aún enfrentamos grandes desafíos.
Y aunque como sociedad hemos avanzado para que el acceso a oportunidades sea una posibilidad para todos, los datos muestran que aún estamos lejos de este objetivo. Por ejemplo, según estudios de la Organización Internacional del Trabajo, la tasa de participación de las mujeres en la fuerza laboral mundial es de menos del 47%, en comparación con el 72% de los hombres, diferencia que en algunas regiones se duplica. A lo que se suma que las mujeres tienen más probabilidades de trabajar en empleos informales, mal pagados o infravalorados.
Además, existen brechas sobre el acceso a los servicios financieros. Según el Banco Mundial, las personas de bajos ingresos, con menor nivel educativo, menos participación en el mercado laboral y las mujeres son los segmentos mayoritariamente excluidos por el sector financiero en América Latina. Muestra de ello es que únicamente 2 de cada 10 mujeres en la región están plenamente incluidas en el sector, y sólo el 49% tiene una cuenta bancaria, el 11% ahorra y el 10% dispone de crédito, valores que para los hombres representan el 54%, 16% y 13%, respectivamente.
El caso de Colombia es similar, según la Banca de las Oportunidades, el 94,3% de los hombres del país tiene productos financieros, frente a un 87,8% de las mujeres. Esto significa que aproximadamente 2,5 millones de mujeres podrían estar bancarizadas si no existieran estas diferencias entre géneros.
Una disparidad que importa, no solo porque sea lo correcto, sino porque las mujeres toman cerca del 70% de las decisiones de compra, producen el 66% del trabajo y generan el 50% de los alimentos en el mundo, según el Banco Mundial.
Las mujeres no solo somos más de la mitad de la población, sino también más de la mitad del talento y potencial económico alrededor del mundo.
Pese a su relevancia, según los resultados del Indicador de Bienestar Financiero Bancolombia que analiza la situación de más de 9 millones de clientes mujeres, el 50,71% tiene niveles inestables de salud financiera, el 38,23% tiene estrés, y solo el 11,06% tiene una buena o muy buena salud financiera. Cifras que marcan un desafío especial entendiendo que las finanzas son una herramienta fundamental para la independencia, el empoderamiento y la reducción de la pobreza.
De allí, que el sector financiero juegue un papel especial, pues además de cultivar en las mujeres capacidades de ahorro, independencia y planificación del dinero para el cumplimiento de sus sueños; es un articulador de actores y soluciones para la construcción de un futuro más próspero, diverso y equitativo.
Siempre lo he dicho, el desarrollo es sostenible solo si es inclusivo, y el bienestar financiero de la mujer aún es un reto para ello.
LUZ MARÍA VELÁSQUEZ
Vicepresidenta de Personas, Pymes y Empresas de Bancolombia.
