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Ricardo Santamaría

Ser feliz

Me he dado cuenta de que la felicidad no está en los grandes logros, viajes y proyectos, sino en las pequeñas cosas que nos impactan el corazón.

Ricardo Santamaría
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Ricardo Santamaría

Caminaba y empezó a lloviznar. El cielo estaba gris y amenazaba con caer un aguacero. Seguí caminando tranquilo disfrutando de la naturaleza y de un paseo peatonal desocupado. Eso es felicidad. Escribía concentrado y me entró un mensaje de mi ahijado de 7 años. Estaba de vacaciones, me contaba lo que hacía y me decía que me extrañaba. Una lágrima y una sonrisa afloraron en mi cara. Eso es felicidad.

Revisaba videos de una fundación de la cual formo parte y vi unos niños disfrutando de su almuerzo en un colegio al que apoyamos con un programa de alimentación escolar. Decía el pequeño: “El almuerzo no me gusta … Me encanta”. Y tomaba una presa de pollo con las manos y se la metía a la boca con expresión glotona.

Eso es felicidad. Y muchas cosas me dan felicidad. Saludar por su nombre y darle la mano a los porteros del edificio donde vivo. Tomarme un café en silencio al amanecer respirando aire puro. Bailar. Sorprender a un amigo con un abrazo. Ver los atardeceres en el mar.

Con los años me he dado cuenta de que la felicidad no está en los grandes logros, viajes y proyectos, sino en las pequeñas cosas que nos impactan el corazón. Hay por supuesto felicidad y satisfacción en los grandes logros, sobre todo si hay orgullo personal. Un goce de sentir propósito, pero la felicidad es un camino interior en el que nos encontramos, reconocemos, aceptamos, perdonamos y nos amamos.

Y con ese espacio consolidado, vamos hacia afuera y nos encontramos con personas, proyectos y situaciones que, en ocasiones, multiplican nuestra felicidad. Pero antes, tenemos que encontrarla nosotros mismos para nosotros mismos. Eso la hace sostenible y nadie nos la puede quitar.

Ese camino no tiene punto de llegada. No hay metas por alcanzar. Hay momentos para sentir, reconocernos, comprobar que estamos vivos, reír, llorar si es necesario. Reconocernos en ocasiones es doloroso porque no solo nos encontramos con nuestros talentos y virtudes, sino con nuestras vergüenzas, dolores y equivocaciones. Y es necesario hacerlo, porque de otra forma vivimos en negación y eso es lo contrario de la felicidad.

Aceptarnos también es difícil. Hacerlo a lo largo y a lo ancho. Lo que somos física, emocional y espiritualmente. Al aceptarnos -si lo logramos- hay un premio enorme: El reconocimiento de que somos únicos y especiales. Que somos completos y suficientes. Que no nos falta una media naranja. Que la naranja es fantástica, pero es un complemento. Lo esencial es nuestro Ser.

La felicidad es sentirnos bien aquí y ahora. Y el recuerdo de esos momentos nos impulsa a continuar. Es como si estamos en un cuarto a oscuras y de pronto prenden la luz y vemos todo alrededor. Vuelven a apagarla, pero ya sabemos dónde estamos. Ya nos orientamos para no tropezar. Nadie nos borra lo que vimos. Esa es la felicidad: destellos de luz y de consciencia que acompañan nuestros pasos. Que nos recuerdan quienes somos verdaderamente.

RICARDO SANTAMARÍA
Analista

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