El rol de los celulares ha ido evolucionando con el paso de los años, a tal punto que para algunos se han convertido en un objeto imprescindible. Precisamente, su presencia tan marcada en la cotidianidad ha despertado la necesidad de generar espacios que permitan escapar un rato de la hiperconexión.
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Un comportamiento orientado a cumplir ese propósito es silenciar el teléfono, un hábito que va más allá de una simple preferencia tecnológica y que pueden decir mucho más de una persona de lo que realmente se cree.
Expertos han señalado que este comportamiento puede ser un mecanismo para evitar la sobrecarga que generan las notificaciones y la continua exposición a la pantalla, así como para reducir la presión que produce el estar siempre disponible.
Mantener el celular en silencio también puede ser un acto orientado a la necesidad de concentración y a la de tener un equilibrio entre lo que es la vida laboral y la personal. Mantener el celular en silencio, para otras personas, es una forma de establecer límites, pues, de esta manera, se puede controlar cuándo y cómo se interactúa con los demás.
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Las personas que mantienen este hábito tienden a entender el impacto que generan las notificaciones constantes en su salud mental y el cómo valoran los espacios para cada actividad que realizan.
Los expertos recuerdan que el uso excesivo del teléfono puede influir negativamente en la calidad del sueño, el rendimiento académico y las relaciones sociales. De manera que implementar este tipo de estrategias, puede servir como un recordatorio de la necesidad de mantener un equilibrio entre la conectividad digital y el bienestar personal.
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