Comprar alimentos congelados es una de las opciones a las que se suele recurrir para aumentar el tiempo de conservación de las frutas, las verduras y las proteínas. De hecho, es muy común que las personas que no cuentan con mucho tiempo para cocinar o que quieren reducir costos opten por esta alternativa.
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No obstante, uno de los mitos que gira en torno a estos productos tiene que ver con el método que se emplea para postergar su vida útil y si este puede influir en que se pierda su valor nutricional. Al respecto, varios expertos han dado a conocer que hay detrás de este tema.
En 2013, un grupo de investigadores de la Universidad de Georgia comparó los valores nutricionales de varios alimentos como brócoli, arándanos, maíz y espinacas con sus equivalentes congelados. Para ello, se tomó una muestra del producto recién comprado y otra luego de seis días en la nevera.
Si bien en la primera prueba se evidenció que los valores eran casi iguales, en la segunda se observó que los alimentos frescos perdieron parte de sus vitaminas. Esto se explica porque al entrar en un proceso de congelación se ralentiza la degradación.
Ahora bien, en este punto es importante tener en cuenta que el proceso de descongelación debe ser gradual para asegurar su calidad. Es decir, se recomienda que este se haga pasando del congelador al refrigerador para así evitar que el producto se contamine o pierda su sabor.
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Una de las ventajas que ofrece este tipo de productos es que le permite al consumidor ahorrar tiempo, puesto que la mayoría de estos productos vienen empacados listos para usar, evitando así que se tengan que ensuciar recipientes de más.
Los alimentos congelados, además, son más baratos, por lo que permite ampliar la lista de productos que hacen parte de su mercado.
Por el lado de los aspectos negativos, muchos de estos artículos utilizan conservantes y otros aditivos. A esto se le suma que el frío intenso del congelador provoca que algunos antioxidantes pierdan eficacia y que el alimento pierda sabor.
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