Luego de las alertas ambientales declaradas en Bogotá y Medellín por la mala calidad del aire, nuevamente se abre el debate acerca de las alternativas que pueden ser implementadas para mitigar el impacto negativo sobre el medioambiente en las ciudades del país.
Una de ellas precisamente se encuentra en el uso de los biocombustibles, una opción que podría ayudar a contrarrestar de forma efectiva los efectos nocivos de las emisiones fósiles en el planeta, que no solo afectan el ecosistema sino también la salud de los seres humanos.
Al respecto Alejandra Rueda, fundadora de Nes Naturaleza, en el marco de la ‘III Conferencia Internacional de Biocombustibles: unidos por un mejor aire’, explica que aunque la discusión sobre el futuro de estos combustibles en Colombia todavía está muy abierta, el futuro es bastante prometedor y más si se promueve la investigación y una legislación más contundente.
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“Hace algunos años cuando se inició el proyecto de biodiésel en Colombia Fedepalma, Cenipalma y Ecopetrol hicieron unos estudios sobre la capacidad de mezcla que se podía tener en los vehículos y sin lugar a duda los resultados fueron muy positivos en un incremento de mezcla del 20% al 25%”, agrega Rueda.
Sin embargo, una gran incertidumbre ha retrasado el desarrollo de los biocombustibles en el territorio nacional. “Las pruebas que se hicieron cuando surgió la normativa, validaron la posibilidad de que en 2018 el incremento de mezcla llegara al 20%, ya estamos en 2019 y esto no se ha dado, esperamos que en los próximos años la mezcla vaya subiendo progresivamente”, añade. Un punto para destacar, es que el Gobierno Nacional en cabeza del Ministerio de Minas y Energía, ya dió un primer paso, con la firma de la resolución 40188 de 2019, que establece la mezcla mínima de biocombustibles para el uso en motores para la actividad minera.
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Por lo que se espera que para el primero de marzo de 2020, la mezcla de biodiésel aumente un 2% y para septiembre del mismo año 5% más.
ALGUNOS BENEFICIOS
En materia de biocombustibles, todavía existe un espacio que no ha sido explorado, “más allá de permitir una mayor mezcla en los vehículos particulares, en los camiones de carga o de transporte público, se debería implementar en aquellas grandes industrias que utilizan maquinaria que funciona con diésel, –uno de los principales contaminantes que existen en el planeta– y que podría reemplazarse con opciones más sostenibles”, agrega la fundadora de Nes Naturaleza.
Igualmente, estos combustibles ‘verdes’ tienen un impacto significativo desde el punto de vista social, ya que al darse en el campo son una forma de apoyar a los agricultores colombianos.
“En el país se producen etanol y biodiésel, biocombustibles de primera generación que provienen de la caña de azúcar y de la palma de aceite respectivamente y que han dado paso a que pequeños y medianos productores brinden ofertas productivas para el sector y generen un mayor fortalecimiento del campo, que al final se traduce en una mejor calidad para los productores”.
Otra ventaja se encuentra en la seguridad energética, ya que desde el punto de vista económico, el país está produciendo energía para ser autosuficiente, así se logran reducir las importaciones de diésel y se genera un mayor fortalecimiento de su parte de reservas petroleras.
Un dato para resaltar es que Colombia tiene todo el potencial para expandir su oferta, por ahora exporta aproximadamente un 60% de aceite de palma para la producción de alimentos en Europa, esto podría aumentar con los combustibles.
Por lo que ya hay varias plantas productoras con la Certificación Internacional de Sostenibilidad y Carbono (ISCC) o en búsqueda de ella para cumplir con los estándares europeos, que exigen emisiones más limpias para el aire, desde el punto de vista de sustentabilidad.
Un proceso que abarca toda la cadena productiva y va desde el cultivo hasta el suministro del consumidor final. “No obstante para que esto suceda, lo más importante es que exista una reglamentación clara para la producción y utilización de este material y sobretodo que el gobierno de la posibilidad de utilizar estas mezclas en las grandes industrias, unas de ellas la minería”.
OTRA PERSPECTIVA
Actualmente en el país se producen biocombustibles de primera generación, que son aquellos que provienen de cultivos agrícolas como el azúcar, la palma y la soya, pero también existen algunos más avanzados que son de segunda generación, provenientes de fuentes que no necesariamente son alimentos, como el bagazo de caña y otros residuos agrícolas.
“Con ese horizonte de oportunidades, Colombia tiene todo para incentivar el desarrollo de infraestructura y producción de biodiésel y etanol, pero no hay que dejar de lado la producción y avance de combustibles de segunda generación, ya que con toda la biomasa qué se da después del proceso de los alimentos, podría generarse energía sostenible, más allá de la eólica o la solar, esa es una oportunidad que tampoco se ha contemplado”.
Además, Rueda agrega que “otro punto clave es que se promueva la investigación, ya que así se desarrollan los suelos y se buscan procesos productivos más eficientes, entre otros, se puede potenciar toda la cadena.
Además, a pesar de que junto con Argentina y Brasil, Colombia es líder en la región, se debe apuntar hacia mayores mercados.
La experta señala que se necesita una apuesta grande por el sector, donde se vean sus beneficios y en el futuro se ofrezcan más alternativas para el consumidor”.
