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Economía

25 may 2017 - 9:52 p. m.

La peligrosa avestruz

La globalización no es una vía de sentido único, y beneficia a los países por la oportunidad de los productos locales en mercados extranjeros.

Donald Trump

Exportadores e importadores, o quienes participan en cadenas de suministro globales no pueden darse el lujo de mirar cómo la batalla contra sus intereses se está desarrollando sin ellos.

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Portafolio
25 may 2017 - 9:52 p. m.

Bajo el slogan “Primero América”, el entonces candidato Donald Trump recorrió los Estados Unidos prometiendo revisar y renegociar los tratados de libre comercio con el argumento de devolverle al país los empleos que los estadounidenses sienten haber perdido por efecto de tratados comerciales.

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Independientemente de lo que los estudios académicos digan acerca de los efectos de la globalización y las causas del desempleo en Estados Unidos, la aversión del ahora Presidente hacia el libre comercio no sólo fue una de las razones que lo llevaron a la Casa Blanca, sino también su prioridad al llegar a la Presidencia: en el primer día de su gobierno retiró a los Estados Unidos del Tratado Trans Pacífico, que representaba la unión del 40% de la economía mundial y de cerca de un tercio del comercio internacional.

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Desde entonces, Trump ha repetido su advertencia de que reemplazará los acuerdos multinacionales de comercio por acuerdos bilaterales más favorables para los EE. UU., así como su amenaza de abandonar la Organización Mundial del Comercio (OMC).

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El partido republicano ha anunciado la creación de nuevos impuestos -el Border Adjustment Tax (BAT)- para hacer las importaciones más caras y aumentar la competencia de los bienes estadounidenses.

Mientras tanto, 16 líderes empresariales incluyendo los presidentes de Boeing, General Electric Co., Pfizer y S & P Global, han formado recientemente la American Made Coalition, un grupo que apoya y defiende abiertamente el impuesto de ajuste de frontera.

A ellos se pueden sumar fácilmente grupos anti-globalización tradicionales como los sindicatos, sectores ambientalistas y otros grupos nacionalistas cada vez más hostiles a la competencia extranjera.

Juntos pueden contribuir a impulsar las nuevas políticas contrarias al libre comercio, que gozan de un amplio apoyo popular: una encuesta a boca de urna después de las elecciones realizada por CNN reveló que el 64 por ciento de los votantes de Trump cree que el efecto del comercio internacional ha sido reemplazar empleos de Estados Unidos por puestos de trabajo en el extranjero y 42 por ciento de la población general de los Estados Unidos cree que el comercio internacional ha implicado una pérdida de empleos locales.

Pero contra toda esta evidencia, Latinoamérica parece estar sintiéndose a salvo del discurso proteccionista del Presidente Trump.

Talvez pensando que las evidentes tensiones con México servirán de pararrayos a toda la región, los sectores público y privado latinoamericanos -a excepción del mexicano- parecieran estar actuando como si el mapa comercial del continente no estuviera en etapa de rediseño y como si Trump no hubiera demostrado que es capaz de cumplir sus promesas.

La región es altísimamente dependiente de los Estados Unidos en su comercio y el tiempo juega en su contra.

Los productores, exportadores e importadores cuyas empresas dependen en el movimiento internacional de bienes y servicios o participan en cadenas de suministro globales no pueden darse el lujo de mirar cómo la batalla contra sus intereses se está desarrollando sin ellos.

Hay poco plazo para entender las dinámicas del nuevo gobierno, y esperar que los canales diplomáticos defiendan sus negocios no puede ser la única carta del empresariado latino americano.

Empresas, asociaciones, gremios y gobiernos deben identificar socios y aliados locales que tengan los ojos y oídos puestos en Washington. Deben entender rápidamente dónde hay espacio para negociar, educar y reformular el debate sobre los acuerdos comerciales.

El reto está en desempeñar un papel proactivo en el diseño de las nuevas políticas públicas, y contrarrestar la narrativa proteccionista recordándole también a la opinión y a los tomadores de decisión que la capacidad de los Estados Unidos para comerciar con socios y aliados también ayuda al crecimiento de la economía de los Estados Unidos, protege el bolsillo de los estadounidenses y eleva su nivel de vida.

La tarea no es otra que revivir el viejo debate que ya parecía superado: que la globalización no es una vía de sentido único y que beneficia a los países tanto por el acceso de los productos locales a los mercados extranjeros como porque brinda a los consumidores locales acceso a más bienes a menor precio. Pero tal vez la tarea más importante sea no olvidar que lo que puede parecer irreversible, casi nunca lo es.

Sylvie Duchamp,
Managing director de FTI Consulting

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