La agricultura, la ganadería y, en general, la industria de la producción de alimentos son las que más efectos produce al medio ambiente. En consecuencia, con prácticas sostenibles algunas empresas buscan reducir su impacto al entorno.
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“La agricultura y la ganadería cubren más de un tercio de la superficie terrestre del mundo y eclipsan todos los demás usos de la tierra. La intensificación, impulsada por un sistema alimentario lucrativo pero en gran medida ineficiente, ha incrementado la producción”, describe el informe de perspectiva global de la tierra de la Organización de Naciones Unidas (ONU).
Así mismo, el texto agrega que “a pesar de los aumentos en la producción de alimentos, ahora se experimenta una inseguridad alimentaria generalizada en lo que debería ser un mundo de abundancia”.
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Y ese fenómeno se debe muchas veces a las malas prácticas de gestión, a la demanda y el desperdicio de alimentos, a los cambios en la dieta, a la competencia entre usos de la tierra, al acaparamiento de tierra y a los efectos del cambio climático, como describen el informe.
Es así como en búsqueda de generar menos efectos negativos en el medio ambiente, hay empresas que empiezan a apostar por cambiar sus prácticas y ser más sostenibles.
Una de esas acciones claves es el embalaje sostenible, que consiste en el desarrollo y uso de empaques, producción y transporte de los productos con menos impactos ambientales.
Pero, para ser considerado sostenible, expertos explican que debe cumplir con: reducir el uso de envolturas innecesarias, usar materiales limpios, es decir, con poco uso de químicos; reducir el peso de los paquetes, entre otros.
La implementación de fuentes de energías renovables es otro de los puntos que algunas compañías vienen adoptando.
Al hablar de energías renovables se hace referencia a la energía que se obtiene a partir de fuentes naturales que llegan a reponerse más rápido de lo que pueden consumirse.
Algunas fuentes que describe la ONU son: la luz solar y el viento.
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De hecho, “hoy en día, las energías renovables son más baratas en la mayoría de los países y generan tres veces más puestos de trabajo que los combustibles fósiles”, dice Naciones Unidas.
Otro de los puntos claves es la reducción en el desperdicio de alimentos, que no solo significa la pérdida de comida, sino el desperdicio de energías y agua que se utiliza para todo el proceso de cultivar, cosechar, transportar y empacar los productos.
Un caso de éxito es Kelloggs, empresa en la industria de alimentos y cereales. Ellos han implementado fuentes de energía renovable para “reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero en un 25% en los últimos cinco años”.
Además, afirman que priorizan el embalaje sostenible “a partir del desarrollo de envases innovadores más ligeros y fabricados con materiales reciclables o biodegradables. Iniciativa que lleva un avance del 87% en América Latina”.
CLAUDIA M. QUINTERO RUEDA
Periodista Portafolio
