Sin el empuje y la resiliencia de las mipymes, el desarrollo sostenible de Colombia sería un espejismo, pues además de ser motores de la competitividad y el bienestar de nuestro país, son eslabones fundamentales para la economía y la construcción de futuro.
Si revisamos las estadísticas, de 1,7 millones de empresas formales y activas en el país, 95% son microempresas, 3,5% pequeñas, 0,8% medianas y solo 0,3% son grandes organizaciones, según el MinCIT. Estos datos no solo muestran que las mipymes son un pilar del empresariado local con más del 99% del tejido productivo nacional, sino que también son responsables de gran parte de la empleabilidad, el bienestar, el crecimiento y el desarrollo del país.
Sin ir lejos, según Anif y el Dane, las mipymes generan cerca del 40% del PIB del país, casi el 80% del empleo total, y el 53% del empleo formal nacional. Porcentajes no menores muestran su importancia en la sociedad.
Y aunque su impacto es percibido casi que exclusivamente como económico, lo cierto es que impactan distintas dimensiones. Al descentralizar las oportunidades de empleo y establecerse fuera de los centros urbanos, las mipymes juegan un papel crucial en la reducción de las desigualdades regionales, la cohesión social y el desarrollo de las comunidades. Además, su agilidad y flexibilidad las convierten en centros de innovación para el desarrollo de soluciones acordes con las demandas del mercado.
Pese a esto, preocupa que solo tres de cada diez mipymes logran sobrevivir los primeros 5 años de operación. En gran parte, como resultado del limitado acceso al financiamiento, las elevadas tasas de interés, las dificultades para alcanzar niveles óptimos de rentabilidad, la brecha tecnológica, y la informalidad que limitan su capacidad para competir en un mercado cada vez más disruptivo y globalizado.
Con esto, cómo potenciar a las mipymes para que cumplan con su rol dinamizador de la economía.
Gran parte de la tarea se da facilitando el crédito a tasas convenientes; dando garantías que reduzcan el riesgo percibido por la banca; simplificando su formalización; implementando programas de capacitación técnica y gerencial; promoviendo la adopción tecnológica; creando incentivos fiscales y financieros para fomentar su crecimiento; y brindándoles educación financiera y asesoría para transformar sus negocios en modelos prósperos, sostenibles y de impacto.
Sin duda, el futuro de Colombia está ligado al desarrollo de las mipymes. Si se logran superar los desafíos actuales, se respaldan con soluciones financieras y no financieras, y se implementan políticas efectivas de apoyo, estas no solo consolidarán su papel como motores del crecimiento, sino que permitirán alcanzar ese desarrollo sostenible, inclusivo y equitativo que nuestro país necesita.
Apoyarlas no es solo una decisión económica sensata, sino un compromiso con el futuro de Colombia.
LUZ MARÍA VELÁSQUEZ
Vicepresidenta de Negocios, Personas, Pymes y Empresas de Bancolombia.
