Tras la interrupción generada por la pandemia del coronavirus, regresó esta semana de forma presencial la reunión anual del Foro Económico Mundial (WEF por sus siglas en ingles) en la ciudad suiza de Davos. La cita, que reúne a dirigentes políticos del mundo entero con líderes empresariales para explorar las tendencias de un mundo globalizado, retorna a su tradicional sede alpina en un entorno radicalmente distinto de hace dos años.
En primer lugar, Rusia no solo trajo de nuevo la guerra al territorio europeo, sino que desató severos efectos económicos, sociales y políticos. Son precisamente los impactos de la decisión de Putin algunos de los temas más prioritarios en la agenda de Davos en 2022. En el frente económico, por ejemplo, el conflicto bélico ha alterado los mercados energéticos globales, al elevar los precios de los hidrocarburos y otras materias primas.
En medio de un planeta en busca de la descarbonización de las economías, la invasión rusa a Ucrania reveló la fragilidad de Europa Occidental frente a la autosuficiencia en combustibles y puso sobre la mesa la urgente necesidad de los países de reforzar su seguridad energética. Es decir, la transición a fuentes de energía limpias y renovables debe continuar, pero con la mirada puesta en reservas y explotación de petróleo y el gas que la sostengan para los próximos años.
Por el lado social, el pulso militar entre Moscú y Kiev se desarrolla en medio de dos de los más importantes productores mundiales de alimentos y commodities. Si bien la seguridad alimentaria global venía afectada por las consecuencias del cambio climático y por las disrupciones en las cadenas de suministro por la pandemia, la guerra en Ucrania empujó aún más al mundo a la escasez de productos básicos para la supervivencia. Así, el choque al mercado energético más la inseguridad alimentaria, generada por la invasión del Kremlin, han generado una doble crisis global que ha descarrilado a la mayor parte del mundo en sus sendas de recuperación económica tras la pandemia.
En otras palabras, las tropas rusas en territorio ucraniano han puesto a la geopolítica en primer lugar en el debate internacional, subordinando los temas de la agenda de la globalización, al mejor estilo de la Guerra Fría previa a la caída del Muro de Berlín. Preocupaciones como el cambio climático, el capitalismo de “grupos de interés” y la revolución industrial 4.0 han dado paso este año en Davos a la discusión sobre el futuro militar de Europa y la Otan, la alineación de nuevos bloques en Occidente, Rusia y China y, en especial, a los posibles escenarios críticos de la misma globalización. La cita de Davos en 2022 aborda tanto estas consecuencias de la pos-pandemia y la guerra en Ucrania, como las amenazas directas a la razón de ser de su existencia: los beneficios y la promoción de la globalización, la democracia liberal y la libre circulación de ideas, personas, capitales, bienes y servicios. Todos estos son principios que, en el entorno global de hoy, están retrocediendo, o como mínimo, estancados.
La invasión rusa y los desequilibrios que trajo la covid-19 han aumentado los llamados al proteccionismo, al nacionalismo y especialmente a las críticas de que el modelo social y económico de la pos -Guerra Fría no resolvió los problemas mundiales de pobreza, medio ambiente y empleo.
Ahí sí vale la pena recordar que, por más defectos y falencias que la globalización registre y cómo la pandemia los recrudeció y visibilizó, las más de tres décadas desde 1991 han visto un mundo menos pobre, más conectado, más libre y más educado.
FRANCISCO MIRANDA HAMBURGER
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