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Francisco Miranda Hamburger
Editorial

Lecciones olímpicas

El primer paso para que en las justas francesas Colombia mejore su desempeño es desnudar lo bueno, lo malo y lo feo de la ruta que se tomó para Tokio.

Francisco Miranda Hamburger
Director de Portafolio
POR:
Francisco Miranda Hamburger

Ahora que la llama olímpica abandona Japón y empieza su periplo de tres años a su nuevo destino parisino, es momento de hacer un balance de la participación colombiana en las justas deportivas de Tokio.

Con cinco medallas obtenidas- cuatro de plata y una de bronce- Colombia no pudo replicar los exitosos ciclos olímpicos de Londres 2012- 9 medallas- y Rio de Janeiro 2019- 8 medallas. Al no lograr ninguna presea de oro en territorio nipón, el país quedó detrás de Ecuador y Venezuela en el cuadro general de medallería.

Lo más paradójico es que el peor desempeño de los últimos tres ciclos olímpicos se da en el momento en que el gobierno elevó a rango ministerial la política deportiva y el presupuesto para el deporte supera los 600 mil millones de pesos en este año. La delegación de 71 atletas nacionales en Tokio contó con alrededor de 60 mil millones de pesos para su preparación.

Si bien es importante mencionar que los rubros presupuestales no se traducen automáticamente en medallistas olímpicos, no deja de generar una sonora alerta el hecho de contar con un balance mediocre en los Juegos en los que se destinaron unos mayores recursos. El Ministerio del Deporte, antiguo Coldeportes, necesita realizar una revisión inmediata y estricta del por qué este apoyo económico gubernamental no contribuyó a una mejor actuación de los colombianos.

Para analistas expertos en el tema olímpico, los resultados en Japón no generaron mayor sorpresa ya que citas como los Juegos Panamericanos debieron disparar alarmas sobre dificultades en la ruta hacia Tokio. Es más, se han identificado varios factores que podrían explicar este bajón. Por ejemplo, los pulsos permanentes entre el recién creado ministerio y el Comité Olímpico Colombiano, e incluso algunas federaciones, impidieron la necesaria y valiosa coordinación de todos los actores del ecosistema deportivo nacional que desemboca en una exitosa preparación.

Asimismo, el fin del ciclo deportivo para las grandes estrellas nacionales de la medallería en Río y Londres no se sincronizaron en años anteriores con la identificación y el entrenamiento de nuevos prospectos en las distintas disciplinas donde Colombia es potencia. Un medallista olímpico no se hace de la noche a la mañana y, aunque ya hay programas de selección de futuros talentos, ésa es una apuesta que naturalmente demorará sus años en dar frutos.

Es justo mencionar que una cosa es el esfuerzo, dedicación y profesionalismo de cada miembro de la delegación colombiana-del cual no cabe duda-, y otra, muy diferente, es realizar un corte de cuentas a los resultados nacionales. De hecho, las victorias de los atletas Anthony Zambrano en 400 metros y Lorena Arenas en los 20 kilómetros de la marcha no solo ayudaron a cuadrar un desempeño que venía en déficit, sino que pusieron al atletismo como un eje central del próximo ciclo olímpico.

El camino del deporte colombiano hacia los Juegos Olímpicos de París 2024 debe partir ya con el reconocimiento, aprendizaje y corrección de los errores de Tokio 2021, en especial los del Ministerio de Deporte. El ciclo para la cita en Francia será demasiado apretado y en dos años se disputarán los Juegos Bolivarianos, Suramericanos, Centroamericanos y Panamericanos, que servirán para ajustar sobre la marcha la preparación de los deportistas colombianos.

En términos deportivos y de política pública, París está realmente a la vuelta de la esquina. El primer paso para que en las justas francesas Colombia mejore su desempeño es desnudar lo bueno, lo malo y lo feo de la ruta que se tomó para Tokio.

FRANCISCO MIRANDA HAMBURGER
framir@portafolio.co
Twitter: @pachomiranda

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