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Francisco Miranda Hamburger
Editorial

Olímpicos bajo covid-19

La gloria en Tokio no será de patrocinadores, publicidad, turismo o economía sino puramente deportiva.

Francisco Miranda Hamburger
Director de Portafolio
POR:
Francisco Miranda Hamburger

Este viernes, en la capital de Japón se llevará a cabo la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Tokio. Originalmente planeados para el 2020, la irrupción del coronavirus llevó a las autoridades niponas y al comité organizador a posponer esta cita deportiva global un año con la esperanza de que la crisis sanitaria mundial pudiera ser superada durante el aplazamiento.

No obstante, doce meses no bastaron para que el covid-19 y sus variantes estuvieran en control en territorio japonés. Con solo el 23 por ciento de los habitantes con el esquema de vacunación completo, el primer ministro nipón Yoshihide Suga prohibió la asistencia de público en los 17 días de competencias. De hecho, Tokio inaugura por segunda vez unas justas olímpicas en medio de un estado de emergencia por el coronavirus. Quizás sean las primeras olimpíadas de las épocas antigua y contemporánea sin espectadores en las gradas.

De hecho, el arribo de 11 mil deportistas de 200 países y territorios, 4.400 para los paralímpicos y 50 mil adicionales entre entrenadores, oficiales, jueces, miembros de delegación y observadores han disparado la preocupación de que los Juegos se conviertan en un evento “superdiseminador” del virus y sus nuevas variantes. Recientes encuestas reflejan un rechazo mayoritario de la población japonesa- entre 66 y 80 por ciento- a la celebración de este megaevento en medio de la pandemia.

Por varias décadas la puja, la organización y la celebración de unos Juegos Olímpicos han constituido una oportunidad para que distintas naciones envíen poderosos mensajes geopolíticos, económicos y sociales al resto del mundo. Los ejemplos se repiten cada cuatro años: desde los boicots dobles de la Unión Soviética y Estados Unidos a las citas de Moscú 1980 y Los Ángeles 1984 en plena guerra fría hasta la revitalización de Londres en 2012 pasando por la entrada global de los chinos como potencia con Pekín 2008.

Estas justas en Tokio, inspiradas y promovidas por el ex primer ministro Shinzo Abe, están construidas sobre la narrativa de un Japón que se levanta tras el tsunami de 2011 con una economía y sector empresarial maduro, pero aún pujante. Sin público, sin turistas, en emergencia por la pandemia, con temor y rechazo y con unos costos de más de 14.800 millones de dólares, el sueño de Abe tendrá que restringirse a las transmisiones de la televisión.

Colombia estará presente en estos Olímpicos de la pandemia con una delegación de 70 deportistas- alrededor de la mitad de la de 2016- y la difícil tarea de superar los históricos resultados de hace cinco años en Río de Janeiro. Tres de las cinco medallas doradas de toda la historia olímpica del país- Catherine Ibargüen, Óscar Figueroa y Mariana Pajón- se ganaron en la ciudad brasileña. Esta vara tan alta más las dificultades propias de la pandemia no deben disminuir la ilusión y el apoyo de los colombianos a los representantes nacionales, pero sí es indicativo de la magnitud del reto.

La celebración de eventos deportivos masivos y con público es sin duda uno de las muestras más tangibles de retorno a una especie de ‘normalidad’ post-covid19. Si bien el mundo pudo presenciar muchos estadios de fútbol del 'viejo continente' rebosantes de asistentes en la Eurocopa, ni el ritmo de la vacunación ni las dinámicas del virus en Japón alcanzaron en tiempo y en avance para que los japoneses disfrutaran sus segundos Juegos Olímpicos en 56 años.

La gloria en Tokio en 2021 no será de patrocinadores, publicidad, turismo o economía sino puramente deportiva.

FRANCISCO MIRANDA HAMBURGER
framir@portafolio.co
Twitter: @pachomiranda

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