Una de las consecuencias socioeconómicas más graves del choque de la pandemia ha sido el mayor empobrecimiento que han sufrido tanto Colombia como muchos otros países del mundo. A pesar de la dinámica de reactivación de la economía que ha venido experimentando el país -que incluye la recuperación de más del 90% de los puestos de trabajo previos a la irrupción a la coronavirus- el rezago de empleos- y por ende de ingresos- se mantiene.
A lo anterior se suma la alerta dada por la Cepal esta semana acerca de los impactos de la guerra rusa en Ucrania sobre los índices de pobreza en América Latina vía aumentos en los precios de los energéticos y los alimentos. De acuerdo al organismo el conflicto bélico elevará al menos en 1,6 pp la proporción de pobres en la región- y en el caso de los pobres extremos en 1,1 pp.
Esto es unos 7,8 millones de personas. Colombia es de las naciones más afectadas por estos coletazos de la decisión de invasión de Vladimir Putin, junto a Brasil y México.
Antes del inicio de la guerra en Ucrania ya la disparada de la inflación -en dos dígitos- estaba golpeando con dureza a los hogares más pobres y vulnerables del país. En ocho días los colombianos están convocados a las urnas para elegir presidente de la República con un mandato inequívoco de cambio. Una de las preocupaciones de los votantes ha sido la situación económica, en especial la agenda asociada a desempleo y costo de vida.
A esto debería sumarse de parte de ambas campañas la presentación al electorado de estrategias de choque para la reducción de la pobreza. La recuperación de Colombia frente a los impactos sociales y económicas de la covid-19 no estará completa hasta cuando no se cierren los rezagos y las brechas en el frente de la equidad y la inclusión social.
Una de las tareas prioritarias que recibirá el próximo mandatario será desplegar soluciones factibles, costeables, eficientes y rápidas para disminuir el legado de pobreza de la pandemia.
FRANCISCO MIRANDA HAMBURGER
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