Ya se ha dicho hasta el cansancio que presiones inflacionarias que hoy aquejan a Colombia son de naturaleza global y atacan asimismo a otros países del mundo y de la región. Los resultados oficiales de los índices de precios al consumidor correspondientes a abril pasado en las economías latinoamericanas así lo confirman. El listado es encabezado inevitablemente por Venezuela con una variación anual de más de 222%, que recoge un legado anterior a la pandemia y que viene cediendo. Le sigue Argentina con un 58%.
La inflación en el resto de países tiene una mayor correspondencia con los actuales fenómenos generados por la pandemia, la reactivación y las disrupciones en las cadenas globales de suministro. Brasil registró 12,1%, seguido de Paraguay con 11,8%, Chile con 10,5% y Uruguay con 9,4%. El séptimo lugar lo ocupa Colombia con el dato más reciente de 9,23%.
Esta similitud en la disparada de los precios ha estado acompañada, en distintos grados, con similares decisiones de los bancos centrales de la región de subir las tasas de interés.
Factores internacionales como los confinamientos de la política ‘cero covid’ de China, el alza en los costos de las materias primas y los insumos agropecuarios, las disrupciones logísticas y de suministro, los precios altos de los energéticos y las decisiones de la Reserva Federal de EE. UU. impactan también a las economías latinoamericanos, en mayor o menor intensidad.
Los efectos de esta inflación generalizada sobre los hogares pobres asimismo es parecida en el sentido de golpear la canasta de alimentos, reducir la capacidad adquisitiva de salarios y ayudas monetarias y generar un descontento popular.
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