La expresión que titula este comentario editorial suele integrar frecuentemente los artículos periodísticos sobre el día de elecciones. De hecho, su uso es tan popular que podría hablarse que ya clasifica como un ‘cliché’. No obstante, la jornada electoral del domingo pasado sí tuvo todos los ingredientes para estar a la altura de una “cita con la democracia”. En especial, ante los insistentes señalamientos de fraude, la mayoría de ellos desde los hoy ganadores, que caracterizaron la campaña presidencial de 2022.
Uno de los principales retos de esta inédita segunda vuelta estaba en lo reñido que llegó la contienda electoral a su instancia definitiva. Las encuestas reflejaban un ‘voto finish’ con pocos puntos porcentuales entre ambos candidatos. De hecho, la victoria de Gustavo Petro como primer presidente de izquierda elegido en Colombia se dio con la votación más apretada desde que Ernesto Samper derrotó a Andrés Pastrana en 1994: alrededor de 3,13 puntos. Otro reto tradicional es el de la participación en una democracia como la colombiana, acostumbrada a altos índices de abstención. Sin embargo, la asistencia a las urnas en la segunda vuelta registró la votación del 58,09% de los habilitados para sufragar. Esto equivale a la participación electoral más alta porcentualmente desde 1998.
A pesar de los permanentes ataques a la organización electoral, un elevado porcentaje de compatriotas confió en el sistema. Por último, cabe destacar la reacción ante los resultados del aspirante derrotado, Rodolfo Hernández, y otros dirigentes como el ex presidente Álvaro Uribe.
Los mensajes de aceptación del triunfo de la izquierda, a pesar de los incesantes llamados del Pacto Histórico a un eventual fraude, ratificaron no solo el talante de estos líderes sino la fortaleza de la institucionalidad electoral. Si bien se recibieron alrededor de 390 denuncias y tres muertes enlutaron la jornada, la democracia colombiana resistió una cita a la que llegó en medio de ataques a su legitimidad y fortaleza.
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