Uno de los aspectos que resaltó la pandemia en economías como la colombiana es el gran problema que genera la informalidad. Esto no solo porque los trabajadores en esta condición presentan una mayor vulnerabilidad y menor protección ante choques como el que aún vivimos, sino porque estar fuera de la formalidad hace que sea imposible llegar a ellos con ayudas y planes de estímulo. Están prácticamente, y de manera literal, fuera del mapa.
Y por supuesto la informalidad laboral es un mal que ha empeorado por la crisis: antes del inicio de la pandemia, la cantidad de personas ocupadas en esta situación alcanzaba el 46,7 por ciento, un dato que en el primer trimestre de este año subió hasta 49 por ciento.
No obstante, este problema no se limita solo al empleo, sino que se extiende a actividades empresariales, entre otros. Un informe del Banco Mundial que se publicó esta semana afirma que un tercio de la economía de los países en desarrollo en estos momentos está fuera del control de los gobiernos. Asimismo, más del 70 por ciento del empleo se desarrolla en esta condición.
En el caso de Colombia, la participación de la informalidad en el conjunto del PIB nacional es ligeramente superior al 30 por ciento, mientras que el dato referente al empleo sitúa al país sobre 50 por ciento, por lo que estaría en la cuarta peor posición, por detrás de Bolivia, Honduras y Nicaragua.
Menos recursos, debilidad de las redes de seguridad social y mayor incidencia de la pandemia son algunos de los factores que llevan a la conclusión del Banco Mundial de que la informalidad va a ser un freno en la recuperación del mundo emergente, y es por eso que empezar a reducirla cuanto antes debe ser una prioridad del Gobierno.
