Cuando la invasión de tropas rusas a Ucrania acaba de superar los 100 días, la Unión Europea decide aplicar un embargo a los embarques marítimos de petróleo proveniente de Moscú. A lo anterior se añaden los anuncios de los gobiernos de Alemania y Polonia de reducir su recepción de hidrocarburos de origen ruso por vía de oleoductos.
En conclusión, el comercio de crudo por Rusia con las economías del Viejo Continente podría caer un 90% para el fin de este año. Era precisamente esa gran dependencia de la Eurozona de los hidrocarburos de Rusia lo que llevó a muchos analistas a pronosticar que la Unión Europea no estaría en capacidad de asumir una posición muy dura contra el Kremlin.
Lo cierto es que el impacto de la guerra en Ucrania en los mercados energéticos europeos ha sido severo y ha contribuido a la disparada de la inflación por vía de los hogares y las industrias. No obstante, la decisión de Putin de invadir Ucrania ha despertado un intenso debate global sobre la importancia de la seguridad energética, así como producido un duro remezón a los precios internacionales del petróleo, el gas y otras materias primas, incluidas los insumos agropecuarios y alimentos básicos.
Rusia, por su parte, como uno de los mayores productores de hidrocarburos del mundo, tendrá que buscar nuevos compradores y su industria petrolera se verá afectada. Ya el paquete de sanciones impuestas por los europeos, los británicos y Estados Unidos está empezando a golpear tanto a las empresas como a los ciudadanos rusos. Junto a la crisis de seguridad alimentaria, la crisis energética es la otra cara de la moneda de los efectos globales del conflicto bélico en Ucrania. Es pronto para dimensionar las consecuencias a mediano plazo en la energía.
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