Continúa el retorno de la presencialidad total en el sector educativo nacional. Ayer 46 de las 96 secretarías de Educación del país se sumaron a las 17 que habían iniciado clases la semana pasada para completar un 65 por ciento de los estudiantes. En las próximas dos semanas el resto del sistema educativo se unirá junto a las universidades y jardines infantiles, marcando la apertura completa de las aulas.
Lo primero que hay que destacar es la firmeza de las autoridades educativas en mantener la decisión de las clases presenciales a pesar de ómicron. Que todas las actividades productivas, e incluso de entretenimiento, estaban abiertas y sin aforos menos la educación de los niños, niñas y adolescentes. Se convirtió en una situación insostenible por más tiempo. A lo anterior se debe añadir, y nunca olvidar, el inmenso daño en materia de aprendizaje y socialización que el larguísimo cierre de los colegios infligió en los estudiantes.
No obstante, este regreso a la presencialidad en las aulas trae preocupaciones adicionales. En primer lugar, que los menores retornen ha puesto sobre la mesa el alcance y el ritmo de la vacunación de los niños entre tres y 11 años. Además de los protocolos de bioseguridad y el uso de tapabocas, una inmunización más rápida de los niños reducirá el riesgo de contagio en los entornos educativos.
Otro aspecto a prestar atención es el impacto de la inflación en los costos y útiles escolares. Junto a las clases presenciales retornan estos gastos que golpean el bolsillo de millones de hogares que hoy ven cómo los precios de los alimentos y otros productos aumentan. Expertos estiman en aumentos de 40 por ciento en útiles y de 7,7 por ciento en pensiones. A diferencia de la vacunación, muy poco se puede hacer para mitigar ese golpe.
FRANCISCO MIRANDA HAMBURGER
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