Esta semana dos concesionarios de Transmetro, el sistema de transporte masivo que atiende a Barranquilla, anunciaron el cese de operaciones por dificultades financieras. La suspensión en la prestación del servicio impactó unos 58 mil usuarios diarios y alteró el proceso de reapertura económica de la capital atlanticense.
Si bien las operaciones ya se restablecieron por la destinación rápida de unos recursos para ello, la situación que experimentó el sistema barranquillero es indicativa de un gravísimo problema financiero de los ocho sistemas de transporte masivo del país. Esta es una crisis de recursos que antecedía a la pandemia pero que la irrupción del coronavirus y sus medidas restrictivas terminó por empeorar.
De acuerdo a la asociación latinoamericana de sistemas integrados (Simus), durante el 2021 se duplicaría el déficit generado por el coronavirus hasta alcanzar los 4,3 billones de pesos. Los menores ingresos por concepto de pasajes, las restricciones de aforo y horarias, y los costos fijos de las operaciones sumaron en el primer año de la pandemia alrededor de 2 billones de pesos.
A lo anterior se añade también un hueco que traían los sistemas de casi un billón de pesos.
El hundimiento de la reforma tributaria 1.0 se llevó consigo una fórmula de salvamento que venía incluido en el articulado fallido. Es el momento de diseñar y avanzar en una solución realmente de fondo para la crisis financiera no solo del Transmetro sino de todos los sistemas de transporte masivo del país. No basta con el regreso a una “nueva normalidad” y a la reapertura total de las ciudades para resolver una problemática estructural.
FRANCISCO MIRANDA HAMBURGER
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