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Miguel Gómez Martínez
Columnista

La herencia maldita

Mientras unos piensan en sus intereses políticos de corto plazo, el país se debate en una coyuntura muy delicada.

Miguel Gómez Martínez
POR:
Miguel Gómez Martínez

La herencia palpable del traumático proceso de paz fue la polarización. Al desconocer el resultado del referendo e imponer a la brava un acuerdo que el pueblo había rechazado, el país quedó fracturado y políticamente enfrentado.

El costo de este error histórico es enorme pues condiciona el ambiente político en todas sus dimensiones. Ningún tema se sustrae a esa división que dejó el gobierno anterior. Nada se puede analizar ni discutir sin que surjan inmediatamente los alineamientos heredados de ese traumático momento.

En todos los escenarios, desde las redes sociales, pasando por los foros de opinión y llegando al poder legislativo, cualquier tema, sin importar su trascendencia, genera inmediatamente un grado de polarización.

Ningún asunto genera consensos. Frente a la pandemia, que tanto daño sigue causando, deberíamos poder cerrar filas para mejorar la efectividad de las medidas. Pero desde la alcaldía de la capital y los rangos de la oposición, el objetivo es utilizar la crisis como elemento electoral. La crisis económica, que es mundial, es el escenario soñado para los que quieren posicionarse para los comicios del año próximo.

Mientras unos piensan en sus intereses políticos de corto plazo, el país se debate en una coyuntura muy delicada. La situación fiscal es crítica y los rebrotes del virus no permiten estabilizar el proceso de reactivación.

Millones de ciudadanos enfrentan cada mañana la dura realidad de tener que asumir el riesgo del contagio o no contar con lo necesario para vivir.

No somos el único país que se debate en estas circunstancias especiales. El virus ha demostrado ser más fuerte que la capacidad de los países, aún los más poderosos. Pero en Colombia la mezquindad de nuestro liderazgo político nos impide reconocer la magnitud del desafío, asumiendo la obligación de pensar como nación y no como partido.

La pequeñez de los políticos es tal que creen que, mientras peor le vaya al país mejor les irá a ellos. No se dan cuenta que, si sus estrategias son exitosas y conquistan mañana el poder, tendrán que gobernar asumiendo los estragos de la crisis que ellos mismos acrecentaron para obtener réditos políticos.

Para ellos no importa si el país pierde el grado de inversión o enfrenta problemas de financiación. Pueden desgañitarse pidiendo más subsidios y luego indignarse porque es necesario aumentar los impuestos.

Utilizarán cualquier argumento, así sea inválido y falaz, para debilitar la acción institucional. Nada les parece bueno porque sólo les sirve que al país le vaya mal para que a ellos les vaya bien.

Cuando hayamos superado esta crisis, que la vamos a superar, debemos distinguir los que pusieron el pecho a las difíciles circunstancias y quienes, desde la comodidad de las posiciones de retaguardia y la pensando en sus ambiciones, olvidaron la generosidad que es sinónimo de grandeza.


Miguel Gómez Martínez
Presidente de Fasecolda
migomahu@hotmail.com

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