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Oír para anticiparse

Las estrategias de comunicación deberían apalancarse en la claridad, la transparencia y la precisión.

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La comunicación juega un papel clave a la hora de generar legitimidad y confianza en procesos con implicaciones sobre una mayoría significativa; es una herramienta catalizadora de percepciones y, depende de cómo se gestione, puede ser impulsora del éxito y el liderazgo o del inconformismo y la especulación.

En la nueva normalidad BANI (frágil, ansiosa, no lineal e incomprensible), en la que nos desenvolvemos, la comunicación ha tomado más protagonismo que nunca, pues la pandemia evidenció la fragilidad de nuestros sistemas, la ansiedad que acompaña la incertidumbre, la facilidad con la que un fenómeno se puede prolongar y la dificultad para encontrar respuestas a todas las cuestiones.

Bajo este contexto, las estrategias de comunicación deberían apalancarse en la claridad, la transparencia y la precisión, además de usar la creatividad y la innovación para enfrentar y minimizar los riesgos del entorno actual. Aunque continuamos tratando de entender el nuevo contexto, evidenciamos algunos ejemplos que parecen ir en contravía de estos parámetros.

La comunicación de la tributaria ha tenido mensajes complejos, dispersos e incluso contradictorios. Por ejemplo, algunos puntos del proyecto como el IVA a la canasta básica y la declaración de renta en personas naturales se han ido modificando con el tiempo, dando paso a la incertidumbre y la confusión; es posible que esto se hubiese pensado para medir la aceptación sobre las propuestas, darse el tiempo de modificar aquellas que podrían ser más impopulares, o incluso de retirarla.

Sin embargo, la divergencia ha sido el resultado, pues a pesar de que se ha hablado de que este es un buen inicio para la recuperación y que se mantendrá el gasto social hacia los más vulnerables, también hay quienes consideran que se afectará a los menos favorecidos, será un espaldarazo para los grandes patrimonios, y entre otras cosas, que carece de empatía y desconoce la situación global.

Es cierto que parece haber una buena intención técnica detrás del proyecto, pero una mejor comunicación habría llevado a que se entendiera mejor su racional. Para ello, era importante destacar los beneficios que traería para la reactivación, reflejar un plan estructurado bajo metas estudiadas, centrar el discurso en el contenido y, sobre todo, oír a tiempo para anticiparse, pues la conversación señalaba desde un principio que la falta de legitimidad y consenso serían elementos determinantes para su viabilidad.

Sin duda, el entorno BANI necesita una comunicación que preste atención a la conversación para anticiparse, reconozca la complejidad del presente y sea clara en sus propuestas para el futuro. Quienes aún no lo han reconocido de esta manera, tienen la oportunidad de corregir el rumbo e incluir estos elementos en función del éxito y, en este caso, de un mayor bienestar para el país.

María Esteve
Socia y Directora General Región Andina LLYC

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