Uno de los sectores más golpeados por la pandemia del covid-19 ha sido el del entretenimiento, en especial el nocturno. Bares, restaurantes, conciertos y discotecas fueron los “primeros en cerrar”- debido a sus aglomeraciones y el riesgo de la propagación del coronavirus- y serían los “últimos en abrir”. Las medidas sanitarias alrededor del distanciamiento social impactaron severamente a estos establecimientos de diversión nocturna.
La reapertura de las actividades productivas se ha traducido en la autorización de los gobiernos locales para el retorno del ocio en la noche urbana y la extensión de los horarios de servicio. Por ejemplo, la administración capitalina permitió desde el pasado 27 de agosto que los bares y las discotecas puedan operar hasta las tres de la mañana. Era precisamente la medida esperada para poder hablar de una reactivación de este sector en particular.
Según Asobares, se han registrado alzas en ventas del 30 por ciento y la esperanza para muchos locales en aprietos de un flujo de caja para sobrevivir. De acuerdo al último informe de mercado laboral del Dane, entre abril y junio en las actividades artísticas, entretenimiento y recreación se crearon 426 mil puestos de trabajo adicionales. Si bien no todo en ese rubro corresponde a empleos de diversión nocturna, mejora el optimismo sectorial.
El regreso de la “noche” implica asimismo un choque tras 18 meses de distanciamiento social, uso de tapabocas y un comportamiento social diametralmente opuesto al de los clientes de bares y discotecas. Es evidente que los establecimientos tendrán que apostarles a los protocolos de bioseguridad y al aforo si quieren transmitir seguridad a sus clientes que regresan. Pero eso también hace parte de la reapertura y de la presencialidad.
FRANCISCO MIRANDA HAMBURGER
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