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01 jun 2018 - 8:01 p. m.

La batalla por controlar la Antártida

La competencia por los recursos naturales, la investigación y el turismo está presionando el tratado que garantiza el orden en la zona.

Antártida

El mes pasado, IAATO reportó que el número de visitantes en la región aumentó a más de 51.000 la temporada pasada, lo que supone un fuerte incremento del 17% en comparación con el año anterior.

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01 jun 2018 - 8:01 p. m.

La Antártida es un continente sin gobierno. Lo más parecido que tiene es una aburrida oficina de 10 personas, con un pequeño letrero sobre su puerta de madera en Buenos Aires que dice ‘Secretaría del Tratado Antártico’. Éste es el grupo cuyo trabajo es mantener las cosas funcionando sin contratiempos entre las 53 naciones que juntas gobiernan la Antártida.

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Si eso parece un sistema quijotesco para un continente del doble de tamaño de Australia y que contiene enormes recursos naturales sin explotar, lo es. Pero el idealismo que lo sostiene es muy claro. “Una de las cosas asombrosas es que la Antártida es el único continente donde las personas trabajan conjuntamente por la paz y la ciencia”, dice Jane Francis, directora del British Antarctic Survey, quien asistió la semana pasada a la Reunión Consultiva Anual del Tratado Antártico, en la cual se reúnen todas las naciones. “Parece increíble que tras sólo dos semanas 53 naciones puedan llegar a un acuerdo. Se puede lograr en este mundo”.

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Sin embargo, no todos están de acuerdo. Y en la reunión se pudieron apreciar algunas de esas divisiones. Hay una cifra cada vez mayor de problemas que el Sistema del Tratado Antártico, el cual ha mantenido el orden durante casi seis décadas, tiene dificultades para solucionar. Desde el cambio climático hasta la pesca, los nuevos desafíos geopolíticos que enfrenta son cada vez más difíciles de solucionar para un grupo que se basa en el consenso.

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“Una de las cosas que necesita el sistema de tratados es un nuevo tipo de visión”, resalta Klaus Dodds, profesor de geopolítica de la Royal Holloway University de Londres, y un experto en gobernanza de la Antártida. “Uno en el que las partes sean explícitas sobre lo que están intentando hacer”.

La reunión fue típica: produjo una serie de acuerdos sobre cuestiones casi intrascendentes, como nuevas regulaciones para el uso de drones, y directrices para sitios patrimoniales (como la cabaña construida por Ernest Shackleton y su equipo hace más de 100 años).

Pero los problemas más escabrosos - por ejemplo, qué sucede cuando los países violan las normas del tratado - casi nunca se abordan. A científicos y diplomáticos les preocupa más que el sistema existente no pueda manejar las nuevas presiones. Lo que está en juego es el último continente virgen, el cual contiene la mayor reserva mundial de agua dulce, grandes reservas potenciales de petróleo y gas y la clave para comprender cuán rápidamente el cambio climático afectará el mundo mediante el aumento del nivel del mar.

“Lo que estamos viendo es como un letargo entre las partes del tratado para tomar las medidas necesarias”, indica Daniela Liggett, profesora de geografía de la Universidad de Canterbury de Nueva Zelanda. El último gran protocolo vinculante en el sistema entró en vigor hace 20 años, agrega. Cualquier nuevo protocolo debe ser aprobado por consenso, por lo que incluso un país discrepante tiene poder de veto.

Las mayores áreas de tensión son aquéllas que afectan los crecientes intereses económicos y estratégicos en la Antártida, como el turismo y la pesca (la minería está prohibida). Los signatarios del tratado, que data de 1959, acordaron dejar de lado sus reclamos territoriales y utilizar el continente solamente con fines pacíficos.

Sin embargo, el creciente número de signatarios ha hecho que el sistema sea difícil de manejar: En 1980, sólo 13 países tenían un estatus “consultivo” que les permitía tomar decisiones importantes; ese número ha aumentado a 29, lo cual representa un grupo diverso que va desde Finlandia hasta Perú, India y Bélgica.

Mientras tanto, el número de estaciones de investigación científica permanentes en la isla, un indicador de la actividad, ha aumentado a más de 75. En particular, China ha construido bastantes nuevas estaciones de investigación desde que se unió al tratado en 1983, y las aprobaciones ambientales para su última y quinta base han causado división entre los miembros del tratado.

“Los recursos siempre han sido el gran detonante”, explica el Profesor Dodds. “Una vez que las cosas se ponen más explícitas sobre la explotación de los recursos, surge el problema de a quién le pertenece la Antártida. Ése es el problema que atormenta al Tratado Antártico y al sistema de tratados en general”.

Esa ansiedad está creciendo conjuntamente con la importancia de la Antártida. El continente está cubierto por una capa de hielo de hasta una milla de espesor y representa una ventana que muestra cómo está cambiando el planeta. Las temperaturas en algunas partes de la Antártida están aumentando mucho más rápido que el promedio mundial, y el ritmo de deshielo de los glaciares allí ayudará a determinar cuán rápidamente subirán los niveles del mar.

El Océano Antártico, el cual rodea la Antártida, se está convirtiendo en un importante caladero, conforme se agotan los recursos en otros mares. Y juega un papel crucial en la absorción de calor y carbono de la atmósfera, de formas que aún no se comprenden.

“Las cosas han cambiado mucho”, señala Damon Stanwell-Smith, un biólogo marino. “Se puede apreciar en una vida humana; el cambio en las aguas costeras, el hielo, la retirada de los glaciares, y luego el movimiento de la fauna silvestre relacionado. En ningún otro lugar es tan obvio”.

Un factor crítico es el gran aumento de la cifra de visitantes. Stanwell-Smith dirige la Asociación Internacional de Operadores Turísticos de la Antártida (IAATO, pos sus siglas en inglés) lo más parecido que tiene la región a la policía turística.

El mes pasado, IAATO reportó que el número de visitantes en la región aumentó a más de 51.000 la temporada pasada, un incremento del 17% en comparación con el año anterior. Se espera que esa cifra siga creciendo. Se están construyendo unos 20 nuevos buques de expedición polar, los cuales se suman a los 33 ya registrados en IAATO, para satisfacer el creciente interés.

Para la mayoría de los turistas - que pagan entre US$10.000 y US$100.000 por un viaje - visitar la Antártida implica bajarse del barco en sólo un puñado de sitios de desembarque estrictamente regulados. Pero existen lagunas en el sistema, como los yates privados que violan las regulaciones, así como un número mayor de excursiones que incluyen actividades como el kayak o el esquí.

“Se está convirtiendo en una especie de parque de aventuras, y el problema es el turismo no regulado”, indica la Profesora Francis, del British Antarctic Survey. “Se ha hecho mucho más fácil para las personas simplemente navegar con sus yates a la Antártida o volar sus aviones privados a la Antártida”.

La fuente de nuevos visitantes de más rápido crecimiento el año pasado fue China, que fue la segunda después de EE. UU. en la clasificación de turistas totales. Al mismo tiempo, Pekín está invirtiendo mucho en misiones a la Antártida - lo cual es parte de su plan para convertirse en una “gran potencia polar” - y algunas de estas iniciativas no siempre han sido bien recibidas.

Una idea que ha sido motivo de preocupación es la propuesta de China de un “código de conducta” especial que se aplicaría a una gran área alrededor de su base de investigación de la Estación Kunlun, lo cual se ha considerado un intento chino para limitar las actividades cerca de su base.

La construcción de la quinta base de investigación china también ha sido polémica porque las actividades preliminares de construcción se iniciaron antes de que se completara la evaluación del impacto ambiental, lo cual fue una violación del protocolo. La falta de castigo para éstas - y otras infracciones similares por parte de otros países - es una de las debilidades del sistema de tratados.

China gasta más en su programa de investigación antártica que cualquier otro país,
según Anne-Marie Brady, profesora de ciencias políticas en la Universidad de Canterbury y editora de The Polar Journal. El interés de China no se limita a los recursos naturales potenciales disponibles, sino también a la importancia estratégica del continente; tener una estación terrestre cerca del Polo Sur puede aumentar la precisión de los sistemas mundiales de navegación por satélite.

EE. UU., Rusia y China tienen infraestructura esencial en la Antártida que sirve de apoyo a sus sistemas de posicionamiento global. “Eso hace que la Antártida sea muy, muy interesante en este momento”, resalta la profesora Brady. Añade que el Sistema del Tratado Antártico podría ser deficiente para responder a un creciente “choque de valores” en la región.

“Hay muchas cosas sin resolver en el tratado, que tal vez no sea adecuado para nuestro actual entorno estratégico mundial”, apunta. “Si se desea que el Tratado Antártico sea sostenible, los gobiernos deben prestar más atención a cómo adaptarse al entorno y cómo proteger la Antártida”.

China y otros países se están posicionando para el momento en que los límites actuales del Sistema del Tratado Antártico ya no se puedan aplicar. Aunque técnicamente no expira, las disposiciones que prohíben la minería podrían cambiar después de 2048, el año en el que se espera que el protocolo ambiental se someta a revisión.

La ampliación del número de signatarios implica que muchas más voces se involucrarán en cualquier posible revisión. “¿Qué papel pretenden desempeñar estos países (que no están entre los 12 signatarios originales del tratado de 1959)? Sin duda alguna, están pensando en los recursos que podrían estar disponibles en el futuro”, considera Máximo Gowland, director de política exterior antártica de Argentina.

Señala que tanto el agua como los recursos minerales podrían convertirse en un problema. “No se sabe cuán rápidamente puede evolucionar la situación”, añade, mencionando la grave escasez de agua en Ciudad del Cabo, donde se discutió la idea de remolcar un iceberg desde la Antártida hasta Sudáfrica para aliviar la crisis.

El sistema de tratados ya tiene dificultades para proteger los recursos en el Océano Antártico, donde la pesca de kril antártico va en aumento. La oposición de China y Rusia ha retrasado en repetidas ocasiones la creación de nuevas áreas marinas protegidas, un tema que se debatirá nuevamente en una reunión en octubre.

Otro problema que no se ha resuelto es la bioprospección: la toma de muestras biológicas de la Antártida para estudiar en un laboratorio. Dado que las especies que existen en la Antártida están adaptadas a condiciones de frío extremo, podrían contener compuestos con valiosas aplicaciones comerciales o farmacéuticas. Sin embargo, la cuestión de quién posee la propiedad intelectual de estas muestras es imposible de resolver, dadas las numerosas y variadas reclamaciones de soberanía sobre el continente.

Aunque no hay indicios de que alguien esté a punto de dar el paso de abandonar el sistema de tratados, igualmente hay pocas esperanzas de que pueda reformarse a sí mismo. Un riesgo es que simplemente se vuelva menos importante conforme no pueda abordar los desafíos que enfrenta el continente, dice la profesora Liggett.

Evan Bloom, el principal diplomático polar en EE. UU., el país que envía la mayor cantidad de científicos y turistas a la Antártida cada año, dice que Washington apoya el sistema de tratados a pesar de sus limitaciones. “Ha funcionado bastante bien en cuanto a dejar a un lado esas diferencias políticas y permitir que se desarrolle la ciencia”, dice.

La continuación de esto dependerá de un frágil tratado que está a punto de enfrentar sus mayores pruebas.

Leslie Hook
y Benedict Mander

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