En el libro “Roctogenarios: regresos, debuts y triunfos en la edad avanzada”, Mo Rocca y Jonathan Greenberg repasan la vida de docenas de personas de todos los ámbitos y trabajos que rechazaron la idea de que el último tercio de la vida sea un momento para relajarse o desconectarse. En este sentido, se pudo definir dos secretos o consejos para conseguir una vida larga y feliz.
Infinitas Posibilidades
Según un artículo de la CNBC, Estos reconocidos corresponsales y escritores de diversos géneros destacan perfiles que ven sus 60, 70, 80 e incluso 90 años como un momento de posibilidades.
Por lo general, los adultos mayores suelen sentirse libres de las expectativas de los demás, ya que les importa mucho menos lo que los demás piensen de ellas que los jóvenes.
Por eso pueden animarse a aceptar nuevos retos, descubrir nuevos talentos y retomar sueños abandonados hace tiempo. A estos éxitos de la tercera edad, Rocca y Greenberg los denominan roctogenarios.
A continuación, las dos lecciones para una vida larga y feliz de los rocrtogenarios
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Vejez
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1. Ven cada final como un comienzo
Cuando el gran artista Henri Matisse tenía 70 años, un cáncer intestinal lo confinó a su cama y lo privó de la capacidad de pintar.
Sin dejarse intimidar, cambió sus pinceles por un par de tijeras de sastre y comenzó una nueva y notable fase de su carrera, haciendo enormes “recortes” a partir de hojas de papel de colores brillantes. Un cambio radical y significativo en su vida que demuestra cómo hay que seguir los impulsos y no dejarse nada para después.
Al adaptarse a las nuevas realidades de su enfermedad, Matisse no se limitó a hacer concesiones ni modificaciones, sino que tuvo un gran avance creativo que dio lugar a algunas de sus obras de arte más grandes y hermosas.
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2. No dejan que el miedo los detenga
Muchos roctogenarios son personas de las que quizás nadie ha oído hablar, como Norma Frances “Tootsie” Tomanetz, una maestra de la parrilla de 89 años; o Yasmeen Lari, una arquitecta paquistaní que pasa sus años dorados diseñando viviendas sostenibles para los pobres.
En definitiva, los roctogenarios son simplemente personas. No son superhumanos, pero comparten un rasgo que podría ser un don que llega con la vejez: triunfan porque no tienen miedo al fracaso. Viven el día y disfrutan cada oportunidad que tienen. Un verdadero ejemplo de cómo pasar los días.
